El otro como soporte ilusorio de nuestros fangos interiores

Dr Bernard Auriol, Grep, 16 septembre 1994

Traducido por Dr Hector Spivak

Etimología

En francés, la etimología de la palabra « peur » (« miedo ») remite a la acción que le da origen : « battre » (« golpear »). Este deslizamiento de lo pasivo a lo activo es típico de nuestro tema de hoy.

Los padres que han sido golpeados a veces ven en sus hijos la encarnación del mal que quieren detestar, y así es como pueden, a su vez,  golpearlos.

Este fenómeno tiene gran importancia, porque a fin de expulsar o destruir los miedos provenientes de nuestra historia podemos ver en el otro lo que con más fuerza reprobamos, y que por nada en el mundo queremos experimentar.

Dr. Jekyll and Mr. Hyde

Recordemos : el sabio y virtuoso Dr. Jekyll ha adquirido los conocimientos de biología que le permiten metamorfosearse en Mr. Hyde, hombre tenebroso, lascivo y sádico sin escrúpulos. A no dudarlo, se trata de otro que no es sino él mismo : la encarnación de la naturaleza inferior del Dr. Jekyll. El ello de Freud, que no se conforma con un poco de poder, sino que lo coge por completo, ganando y controlando toda la personalidad fragmentada de su creador.


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La sombra de Jung

El psicólogo Carl Gustav JUNG [1]  dice : « Una de dos : o conocemos nuestra sombra o no la conocemos ; en el segundo caso solemos tener un enemigo personal sobre el que proyectamos nuestra sombra, cargándosela gratuitamente, viéndola como si le perteneciese y como si fuera su exclusiva responsabilidad. A esta persona, que constituye algo así como una pesadilla, la denigramos y le endilgamos todos los defectos y los vicios que en realidad son nuestros. Deberíamos hacernos cargo de buena parte de los reproches con que agobiamos a los demás, pero actuamos como si, haciendo lo contrario, pudiéramos liberarnos de nuestra sombra. Es la eterna historia de la paja y la viga [2].

Desconocimiento de sí : la proyección

Puede ocurrir que utilicemos al otro como pantalla para proyectar la imagen de algo que existe en nosotros de modo inconsciente y que queremos ignorar o expulsar por completo, volviéndolo totalmente extraño a nuestra propia sustancia. Se trata de rechazar hacia fuera lo que no queremos reconocer en nosotros mismos o en nuestro grupo de pertenencia, tal vez para identificarnos mejor a alguna colectividad (étnica, nacional, sociopolítica, espiritual, deportiva, etc.).

Freud descubrió el mecanismo de esta ignorancia organizada, a la que le dio el nombre de censura. Ésta puede ser interior o exterior, y ambas pueden mezclarse, intercambiar su campo de realidad, volverse más confusas.

El sujeto se defiende de sus propios deseos imputándoselos al otro. De tal modo aleja la atención de su propio inconsciente y la desplaza al inconsciente del otro, a veces con gran perspicacia (tanto mayor cuanto menos se conoce a sí mismo). Por ello suele ser imposible, y generalmente ineficaz, mostrarle que está equivocado.

El paradigma de « extranjeridad »

Hacia los siete meses de edad, el fuerte lazo de apego que el bebé ha creado con respecto a una persona en particular se manifiesta como un miedo a los « extranjeros [3] » o a las situaciones inusuales.

Bowlby, Mary Ainsworth y otros investigadores estudiaron experimentalmente estos fenómenos en niños de uno a dos años, presentándolos a « extranjeros [4] » o separándolos brevemente de la madre y observando sus reacciones, tanto en el momento de la separación como en el del reencuentro.

En términos generales,

el niño que se siente confiado y seguro explora activamente en presencia de su madre, trata de acercarse a ésta y reduce la exploración en presencia de un « extranjero [5] », abandona las exploraciones y se muestra angustiado en ausencia de la madre, y busca el contacto con ella cuando vuelve a verla.

el niño que se siente inseguro tiende a evitar el contacto con su madre, y al reencontrarla se comporta con ambigüedad o con cólera...

Le tememos, más que a cualquier otra figura de lo insólito o lo extraño, al cambio sin razón conocida, mágico y solapado,... El miedo al cambio es universal : aparece de cara a la muerte, a lo imprevisto, o simplemente al tiempo que pasa.

¡Come, que ve a saber quién te comerá a ti !

El bebé que experimenta una pasión devoradora por el seno (o por el biberón), ¿no ha temido acaso que, a la par de esa madre bienhechora y conocida, exista una espantosa ogresa tan devoradora como él, dispuesta a deglutirlo ?

Los psicoanalistas ingleses que defienden esta idea son buenos observadores. Su teoría nos instruye sobre nuestra necesidad de categorizar rígidamente a tal o cual grupo de individuos, mirándolos como a seres peligrosos a los que « es necesario » exterminar. Tal es lo que ocurre cuando nos transformamos en muchedumbre y creamos un rumor.

La fobia del otro es un miedo de sí mismo. « El yo se comporta como si el peligro de desarrollar angustia no viniera de una moción pulsional, sino de una percepción [6] ».

Queremos, necesitamos exteriorizar nuestros fangos interiores, nuestros excrementos. Y no sólo exteriorizarlos, sino asimismo comprobar lo que con ellos hacemos, verificarlos,  considerarlos, y quizás mostrarlos. Si nos resultan demasiado nauseabundos, los depositamos en el otro, del que nos sentimos claramente distintos gracias a una particularidad simple (por ejemplo : la pertenencia étnica, política o religiosa, la seropositividad, la homosexualidad, una minusvalía visible,el nomadismo, etc.).

Colectivización del odio proyectivo

De esta manera, el sujeto le atribuye al otro ideas, intenciones o aun palabras que en realidad son propias. Llega un momento en que la sospecha se exacerba hasta transformar al vecino en imagen del Demonio, representante de Satán o raza maldita... Basta con que varios individuos próximos compartan estos sentimientos para que la aversión se convierta en odio, el miedo en pánico, la sospecha en rumor, y los malos deseos en crímenes colectivos : linchamiento, pogroms, campos de la muerte, etc.

La identificación al grupo : sus consecuencias [7]

La identificación a un grupo masivo podría desembocar, por una especie de pendiente natural, en la colectivización del odio. Sus efectos son visibles a nuestro alrededor aunque el nazismo, las colonias y la guerra fría hayan quedado atrás.

Por cierto, al crearse una identidad colectiva compacta, la individualidad se debilita, como lo destaca G. Devereux [8] : « el acto de formular y asumir cualquier identidad colectiva masiva y dominante constituye el primer paso hacia una renuncia defensiva a la identidad real. Quien es tan sólo un espartano, un capitalista, un proletario o un budista está muy cerca de no ser nada y, por lo tanto, está muy cerca de no ser en absoluto.

Otra consecuencia es el narcisismo de las pequeñas diferencias, que Freud [9] fustigó en estos términos : « los lazos del amor pueden reunir entre sí a los hombres, en una masa cada vez mayor, siempre y cuando queden otros fuera para recibir los golpes ».

Eugène Enriquez insiste sobre una tercera consecuencia : « cuanto más se unifica una cultura alrededor de un mito o una ideología incuestionable, más intolerante se vuelve a cualquier otra cultura ».

Ambivalencia del Miedo

Lo que con más vigor y terror rechazamos es aquello que nos resulta más necesario para enfrentar las incertidumbres del futuro, las impenetrables garantías que el otro nos ofrece contra el riesgo de estancamiento cadavérico en los senderos petrificados de nuestro pasado. Tal vez no lo ignoremos por completo : el miedo va unido al deseo, y está lleno de ambivalencia [10].

Notas

[1] Jung no se adhirió en modo alguno a la infamia nazi, tal y como lo demostró reiteradamente su traductor y amigo el Dr Roland CAHEN (quien sufrió el exilio a causa de su condición de judío).

[2] C.G.Jung :  L'homme à la découverte de son âme, Ed.Mont-Blanc, 4ª ed., p.380

[3] Obviamente, « extranjero » tiene aquí el sentido de « no familiar » .

[4] Obviamente, « extranjero » tiene aquí el sentido de « no familiar » .

[5] Obviamente, « extranjero » tiene aquí el sentido de « no familiar » .

[6] S. Freud : Das  Unbewusste, 1915 in "Metapsychologie", Gallimard, 1952, pp.126. et in Oeuvres  Complètes, XIII, PUF pp.205 sq.

[7] Cf. Le sujet  humain : de la clôture identitaire à l'ouverture au monde por Eugène Enriquez in L'Inconscient  et la Science (obra colectiva de Dorey, Castoriadis, Enriquez, Thom, Ménéchal,  Fridman, Berquez, Green), Dunod, 1991.

 [8] cf. Devereux  "Essais d'ethnopsychiatrie générale", Gallimard, 1970 &  "Ethnopsychanalyse complémentariste", Flammarion, 1985 (citados por Enriquez).

[9]S.Freud  "Malaise dans la civilisation",PUF (1929, 1971).

[10]S. Kubrick : Fear and Desire - 1953

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31 Mars 2005

última puesta al día : 29 de mayo de 2001