Traducido por Dr Hector Spivak, MD
Nada hay en el término Psicoanálisis
que aluda al hecho de sufrir una enfermedad, ni tampoco al hecho de solicitar
(o menos aún obtener) su curación. Autores de las más diversas corrientes
teóricas han insistido mucho sobre este punto, ya para destacar su importancia,
ya para mofarse de su ineficacia. Todos, los defensores de la ortodoxia freudiana
conforme a la tradición de la I.P.A. y los lacanianos de distintas vertientes,
coinciden en distinguir el método psicoanalítico de una verdadera terapia.
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Primeramente,
el término psicoanálisis no comprende
ninguna alusión particular al hecho de padecer una enfermedad.
A diferencia
del término psicoterapia, que incluye
la palabra terapia, con directa
alusión al concepto de curación, el término psicoanálisis
comprende psiquis y análisis. Desde este punto de vista, se trata de un ANÁLISIS DEL ALMA.
Psiqu-
Veamos la cosa
más de cerca : yuch significa
« soplo, respiración, aliento » y, por extensión, « fuerza
vital, vida ». Más tarde se designó así el alma del ser vivo, el lugar
donde radican sus pensamientos, sus emociones o sus deseos, y hasta la
individualidad personal. Los filósofos utilizaron el término para designar la
parte inmaterial, y por ende inmortal, del ser.
Nos encontramos
muy cerca de la espiritualidad entendida desde un punto de vista puramente
humanista, distante a la vez del materialismo y de la religión. Charles Baudoin
insiste sobre el hecho de que tanto el terapeuta como el psicoanalista, aunque
intenten prohibírselo, están condenados a trabajar con la sugestión. Entonces
-prosigue- ¿por qué no asumir este hecho y emplear la sugestión según un
proyecto depurado, aceptable, o aun ideal ?
La raíz *yuw significaría *bhes : soplar (en sánscrito se dice, por ejemplo : á-psu- = sin soplo, sin vida). Ya se ve
todo el provecho que de ello podrían sacar los adeptos del Yoga, los
sectadeptos del Rebirth y, de modo más general, todos quienes practican la
somatoterapia. Pero el propio analista, ya lo proclame o lo calle, ya lo haga
de manera subconsciente o consciente, no puede sino tomar en consideración las
modificaciones respiratorias del analizado. Con mayor razón aún, éste observa
tales variaciones del flujo aéreo, que a menudo le señalan la pista de una
palabra esencial. De hecho, para el análisis, lo que se encuentra en primer
plano es la palabra. La palabra es esencial si se considera su función decisiva
en el ser humano, que lo es por ella, y que con justeza puede llamarse
« ser de palabra » (« parlêtre », al decir de Jacques
Lacan).
Análisis
Este término
forma la segunda parte de la palabra psicoanálisis.
Procede de ana
(« completamente ») y de luein
(« desligar, desatar, destruir, disolver, pagar », o a veces
« ser útil »). Los dos juntos dan « que libera, que resuelve, que arbitra »...
« Analusis »
significa « recuperación, liberación, disolución, solución ». El
análisis etimológico de la palabra análisis
nos lleva a ver en ella la liberación total, la solución definitiva.
La raíz es lumen, con la que se relaciona la palabra
latina « luo » (« pagar », « expiar ») y el
gótico « fra-liusan » (de *leus-) : « perder ». Lo
cual es verdad : llevar un psicoanálisis a buen término supone pagar, e
incluso perder. En un sentido, se trata de perderse, si se entiende por « uno » una cierta imagen de
nosotros que de un modo u otro hemos congelado para convertirla en una entidad
representable, un aspecto, una forma (que puede llegar a ser muy sutil) de la ilusión escénica conocida con el
nombre de persona : esta máscara
tiene los rasgos caricaturescos y la voz hipertrofiada que resulta útil en
muchas representaciones del teatro de la vida. Y sin embargo no es sino una
máscara de hierro, una máscara-prisión cuyo fingido poder constituye una
apariencia irónica.
¿ Qué es ?
« Llamamos
psicoanálisis al trabajo que consiste en traer hasta la consciencia del enfermo
los elementos psíquicos reprimidos. ¿Por qué haberlo llamado
« análisis », puesto que esta palabra significa
« descomposición, disgregación » ? ¿No remite al trabajo que
efectúa el químico con sustancias que encuentra en la naturaleza y lleva a su
laboratorio ? Desde cierto punto de vista, la analogía es real.
Los síntomas
del paciente, sus manifestaciones mórbidas son, como todas sus actividades
psíquicas, de naturaleza muy compleja. En última instancia, los elementos que
forman tales combinaciones son los factores instintivos. Pero el enfermo ignora
todo o casi todo acerca de los factores elementales, y somos nosotros quienes
debemos hacerle comprender esas formaciones psíquicas tan complejas. Para ello
referimos los síntomas a los factores instintivos que los han motivado y, así
como el químico descubre en una sal el elemento químico que se había vuelto
irreconocible al combinarse con otros elementos, hacemos aparecer en los síntomas
que presenta el enfermo los factores instintivos que él ignoraba. También le
mostramos que algunas de sus manifestaciones psíquicas, no consideradas como
mórbidas, tienen una motivación imperfectamente consciente, y que otros
factores pulsionales que él desconocía también desempeñan cierto papel. »
(lo mismo vale para las aspiraciones sexuales, los sueños, etc.)
¿ Utilizar el psiconálisis ?
¿ Se puede
utilizar el psicoanálisis con el fin principal, e incluso único, de aliviar el
sufrimiento, atenuar o suprimir los síntomas, volver a un estado
« normal » o aun limitarse a restituir el estado anterior a la
demanda del sujeto, estado supuestamente sano o cuando menos aceptable ?
¿No conviene que el psicoanálisis sirva para algo, que sea útil, que responda a
la demanda inicial del paciente, el cual declara querer, antes que todo,
desembarazarse de sus penas y defenderse de sus propios hábitos?
Las aventuras
de PIP y POP (Psicoterapias de Inspiración Psicoanalítica
y Psicoterapias de Orientación Psicoanalítica)
A menudo se ha
practicado este tipo de adaptaciones « pragmáticas » del psiconálisis,
que resurgen constantemente bajo nuevas apariencias. PIP y POP no tienen necesariamente
un destino funesto, pero tampoco la gloria que por ahí se les atribuye. Algunos
consideran que se trata de remiendos o, peor aún, de vendajes en una pata
de palo. PIP y POP no siempre viven un futuro dichoso. Al menos tienen retoños,
reconocidos o no...
Los disidentes
y sus invenciones bien intencionadas
La mayoría de
los disidentes (Jung, Rank, Adler, Reich) han querido modificar, y aun
revolucionar, el enfoque freudiano, con el fin de aumentar su capacidad de
curación. Esto resulta todavía más evidente en los disidentes de los
disidentes : Lowen, Perls, Janov, Berne, Maslow, Vaughan, Bateson,
Watzlawick, Rogers, Bandler y Grinder, Erickson, Orr, etc.
Las disonancias
Sin hablar, por
supuesto, de los opositores que se inscriben en la corriente behaviourista
(terapia comportamental, cognitivismo).
La Cura Analítica
Sin embargo, se
habla de Cura analítica. Es decir
que el analista se interesa por su interlocutor. Si rechaza la curación como
objetivo, no es que quiera conservar durante más tiempo los elementos de su
clientela, sino que propone un objetivo diferente.
Desde este
punto de vista resulta útil referirse al sentido etimológico de la palabra
« curar ».
Curar
Desde la Edad
media hasta el siglo XVII se utiliza el término « guarir » o
« garir » con la significación primigenia de « defender »,
« proteger ». En las lenguas germánicas existe *warjan (cf en alemán : wehren,
que significa reprimir). Pero es precisamente de esto que el psiconálisis se
propone liberarnos. Se trata de aligerar las represiones inconscientes que
nuestra historia ha instalado en nosotros, liberarnos de nuestras lastimosas y
dañinas protecciones, a las que llamamos « defensas ».
Freud define dichas
defensas (« abwehr ») como un conjunto homoeostático que se opone a
todo cambio. Actúan, pues, como una especie de congelador psicológico. Las
fuerzas dinamógenas (o pulsiones) permanecen bajo control, así sea pagando el
precio de los síntomas.
Estos procesos
defensivos no son negativos o inútiles, pero su exceso lleva a la construcción
de las neurosis.
En cierto modo,
fortificar las defensas puede asimilarse a fortificar la neurosis. Ahora
bien : responder a la demanda de curación en su expresión de primer grado
consiste, muy a menudo, en desplazar los bloques de piedra para reforzar otras
murallas. Vale decir que el prisionero ya no vivirá en la misma celda, sino en
otra más agradable, más moderna y más segura.
Los mecanismos
de defensa inconscientes y patológicos tienen algo de particular :
generalmente no operan contra agresores externos sino, por el contrario, contra
las fuerzas vivas del propio sujeto. Por otra parte, en lugar de limitarse a
evacuar los afectos desagradables (por ejemplo, soñar varias veces con un
acontecimiento traumático y quitarle así su carácter amenazador o inquietante),
el neurótico reprime, es decir que,
de modo activo, hace que lo que le molesta se vuelva inaccesible, pese a que le
pertenece. Reprime, entonces, y se entrega a una repetición que tendrá todo el
aspecto de la falta de suerte.
El inconsciente
es muy inventivo, y los teorizadores cuentan con un abundante léxico, de modo
que existen numerosos conceptos referidos a los mecanismos de defensa : a
la par de la represión se cuentan la regresión, las formaciones reactivas, el
aislamiento, la anulación retroactiva, la proyección, la introyección, la
vuelta en contra del sujeto, la transformación en lo contrario, la
racionalización, la sublimación, la negación por el fantasma, la idealización,
la identificación al agresor, la escición del objeto, la identificación
proyectiva, la negación de la realidad psíquica, el control omnipotente del
objeto, la forclusión, etc.
¿ Desea usted cambiar de jabón ? SI a la
transferencia
Gracias al
estudio del sueño, de los fenómenos psicopatológcos de la vida cotidiana, del
conjunto de los síntomas neuróticos y del lenguaje en su funcionamiento más
banal, Freud, Jakobson y Lacan describieron el mecanismo de condensación (que
coagula diversos significantes según el modelo de la metáfora poética) y el
mecanismo de desplazamiento (el cual desliza el significante con respecto al
tejido de los significados). El desplazamiento posibilita e impone la
constitución de un inconsciente humano que, por ende, es difícilmente
postulable fuera del mundo de los seres hablantes.
Dicho mecanismo
permite la huída de la verdad, ya sea hacia la enfermedad o aún hacia la
curación, y no suelta sus pinzas alienantes sino merced al análisis...
De hecho, el
proceso analítico generalmente lleva a abandonar un cierto número de síntomas, pero no se reduce a esta
« curación » que, en algunos casos, constituye apenas el comienzo del
análisis. La teoría muestra que los síntomas visibles, cuando desaparecen, lo
hacen en provecho de síntomas trans-parentes, que empiezan a girar en torno del
análisis y del analista, por lo cual Freud declaró una nueva neurosis : la
neurosis de transferencia.
Apuntar es errar
Al decir
« cura analítica » se está hablando de un tratamiento. Pero en
realidad dicha « cura » se opone a la « causa » en sentido
latino (« enfermedad », « minusvalía »). La
« causa » es asimismo el objeto de debate del proceso : el
problema, la cosa.
Buscar la
curación puede incluso volverla imposible : no se trata de combatir una
minusvalía, sino más bien de despejar el problema, interesarse en él, ocuparse
de la Cosa. Como el hurón, que busca siempre y no se deja atrapar fácilmente.
Además, por el
solo hecho de que lo persigan o traten de destruirlo, el síntoma puede resultar
privilegiado, salir ganando. Muy a menudo queda intacto o, como el demonio del
evangelio, después que lo han echado, vuelve con siete colegas más terribles
aún.
El que gana, pierde
El felicitarse
de una mejoría o de una curación en el proceso analítico, aunque parezca muy
legítimo, puede tener consecuencias perniciosas. Un solo ejemplo : una
paciente en análisis consulta a su médico generalista, le oye decir que está
mucho mejor, que ha hecho bien en comenzar un análisis, etc., y en las semanas
siguientes sufre una recaída espectacular.
« Furor Sanandi »
Con su
proverbial sabiduría, Freud escribió : «como cualquier otro
fanatismo, la furor sanandi no
presta ninguna utilidad a la sociedad humana. Pero subestimaríamos en gran
manera el origen y la importancia práctica de las psiconeurosis si pensáramos
que estas afecciones pueden vencerse mediante operaciones practicadas con
remedios inofensivos. No : en la práctica médica siempre habrá lugar para
el ferrum y para el ignis a la par de la medicina, y será imprescindible
practicar un psicoanálisis sin modificaciones, metódico, que no tema manipular
los más peligrosos factores psíquicos a fin de controlarlos para bien del
enfermo. »
¡ Morir
curado !
La curación
completa, deseada a cualquier precio por el fanático que denuncia Freud, puede
no ser deseable. El hecho de obtenerla trae aparejado un riesgo de catástrofe.
Citaremos el
caso de un paciente delirante, no tratado analíticamente, sino con un
neuroléptico eficaz. Recupera la razón, su discurso resulta perfectamente
aceptable, vuelve al seno de su familia y se suicida. Así pues, no siempre es
oportuno obtener la desaparición de la sintomatología, incluida la más
espectacular, grosera o impresionante.
Una curación
catastrófica
Según un autor,
el que Hitler haya sido quien fue se debe a un psicoterapeuta muy compentente.
El futuro Führer era por entonces un soldado pusilánime, apenas más antisemita
que sus conciudadanos, al que los gases de las trincheras de 1914 habían dejan
ciego y tullido. Después de haber sido evacuado, ya no había podido volver al
frente. En ese momento habría intervenido el Doctor Milagro : una buena
dosis de moralina, algunas reflexiones acerbas sobre la cobardía, y la
sugestión de que, con firmeza, el soldado podría hacer grandes cosas por
Alemania. Helo ahí transformado en lo que ya se sabe. Vuelta al combate de
todos, y luego al combate solitario : Mein
Kampf...
Que el yo advenga allí donde el ello era
Esta
« cura » es muy particular porque no trata de erradicar uno o varios
síntomas, sino que intenta promover el
Sujeto : un parto de sí mismo.
Atravesar el
espejo y superar las ilusiones no sólo no resulta fácil, sino que tampoco
constituye una garantía de tranquila felicidad. Se está en un registro
diferente del de la sabiduría.
Freud
estableció un principio fundamental : « el tratamiento psicoanalítico
debe, dentro de lo posible, realizarse en un estado de frustración, de
abstinencia ».
¿ De qué se
trata ? No es cuestión de privar al paciente de toda satisfacción, como lo
propondrá más adelante Arthur Janov, ni de privarlo de toda relación sexual,
como lo ordenarán los sexólogos Masters y Johnson.
Sabemos que lo
que se halla en la raíz de la enfermedad de la persona es la frustración. Los
síntomas le sirven de satisfacción sustitutiva.
En el
transcurso del tratamiento se observa que cualquier mejoría del estado mórbido
frena el restablecimiento y disminuye la fuerza pulsional que actúa como
estímulo en el camino hacia la curación. Esta fuerza pulsional resulta
imprescindible, y su mengua comprometería el logro del objetivo.
Conclusión
ineluctable : debemos cuidar que el
sufrimiento del enfermo no se atenúe demasiado de modo prematuro. Cuando los
síntomas han sido destruidos y devaluados, tenemos la obligación de volver a
crear el sufrimiento bajo la forma de otra frustración penosa, sin lo cual
correríamos el riesgo de obtener una curación leve y transitoria.
Pese a todo,
merece la pena.
28 Janvier 2005