EL ESTADO DE VIGILIA PARADÓJICA

Dr Bernard Auriol

Los psiquiatras deberían dominar alguna técnica de relajación o de sofrología, al menos lo suficiente como para poder enseñársela a quienes más la necesitan: los pacientes neuróticos o los llamados “funcionales”.

Más aún que cualquier otra persona, el médico podría beneficiarse, en lo personal y también en lo profesional, mediante la práctica regular de la sofrología u otra forma de ejercicio con efectos fisiológicos análogos.

¿Pero de qué efectos hablamos? ¿Se trata de algo verdaderamente específico, distinto del simple intento de persuasión de tipo “todo anda bien aun cuando ande mal”? ¿Cuentan estas técnicas con una validación científica o son una forma más de la charlatanería? En la panoplia del comportamentalismo se integran la relajación y la sofrología de modo muy sistemático, pero ¿qué ocurre con el psicoanálisis? ¿Qué hacer con la noción de subconsciente, más compatible con Pierre Janet que con Freud o Lacan?

Y por fin, una pregunta secundaria: ¿por qué estas técnicas de relajación se emplean tan poco?


 

Prehistoria de los estados de conciencia

Platón

Como una tradición antigua, Platón preconizaba una purificación que consistía en que el alma “se recogiera, se concentrara a partir de cada punto del cuerpo, y viviera, dentro de lo posible, aislado, como desligado del cuerpo”. Acertadamente, comparaba este desprendimiento con el de la muerte, ya que el hecho de ponerse “en las condiciones que aproximan todo lo más posible del hecho de estar muerto” constituye una especie de entrenamiento para afrontarla.

Esta idea es muy semejante a la de los yoguis, que llaman al estado de relajación shavasana (“postura del cadáver”). Se trata de abandonar toda tensión para aceptar lo que sugiera el relaxólogo en estado de perfecta flexibilidad.

Los cuatro estados de la conciencia según el Vedanta

Al igual de nosotros, el Vedanta indio distingue tres estados de conciencia “comunes”: vigilia, sueño profundo y ensueño; y agrega un cuarto, que consiste en vivir simultáneamente el estado de sueño profundo, pero persistiendo en el estado de conciencia (Turyia). Se trata, pues, de un estado de vigilia que coexiste con un estado de completo reposo del cuerpo y de la mente. A dicho estado (“samadhi”, generalmente traducido como “enstasis”) los hindúes le atribuyen la cualidad de ponernos en contacto con el Absoluto, que para ellos no es sino lo Real.

Ishihiro

En el transcurso de la meditación sentada zazén, el budista japonés trata de situarse en un justo equilibrio entre la contención (demasiado rígido) y la relajación (demasiado “suelto”), entre la excitación y la somnolencia. Observa las variadas transformaciones de la conciencia y de las vivencias corporales sin luchar ni gozar con ellas, ya sean impresiones angustiosas, dolorosas, o eventos gratificantes, e incluso maravillosos. Se trata de un pensamiento sin pensamiento, una especie de más allá en este mundo, separado de la vida y de la muerte, entre dos muertes de un espíritu vacío abierto hacia la nada…

Los estados de oración y de éxtasis en los monoteísmos

Santa Teresa de Ávila describe el estado de “oración sobrenatural”, recogimiento interior que se siente en el alma, durante el que parece querer separarse de la agitación de los sentidos exteriores, llegando a veces a arrastrarlos consigo. Experimenta la necesidad de “cerrar los ojos del cuerpo, no oír ni ver nada, consagrarse tan solo a lo que la ocupa por completo, estar en comunicación singular con Dios”… “Se trata de “impedir -suavemente y en silencio- que el entendimiento discurra, pero renunciando a suspender el entendimiento o la imaginación”. Así, el alma puede sumirse en una quietud suave, más o menos gozosa. Es necesario dejar pasar las esporádicas e infaltables divagaciones del entendimiento y de la imaginación, sin darles importancia. En la unión plena se llega a la suspensión de todas las potencias: voluntad, inteligencia, imaginación. Este estado dura muy poco, pareciendo más breve aún de lo que es en la realidad.

No aludiremos aquí a las descripciones de los místicos judíos o musulmanes y que, salvo por sus referencia dogmáticas, son análogas a lo que acabamos de referir.

El problema del trance

El trance es un estado de conciencia modificado, que desde la noche de los tiempos se conoce en muy diversos contextos culturales y religiosos. Se trata de franquear un límite, ir al país de la muerte para luego volver, sobrepasar las fronteras del espacio y el tiempo, visitar zonas extremas, dejar esfumarse la propia identidad para convertirse en algo así como un caballo guiado por la “divinidad”, aunque a veces dicho caballo decida su ruta y el jinete se deje llevar… Generalmente la sociedad lo acepta en el marco de momentos particulares: procesos de iniciación, cofradías místicas, fiestas religiosas, danzas sagradas, carnaval, sibilas institucionales, terapia, etc.

Todavía no se conocen bien las características psicofisiológicas del trance “in situ”. Más se trata de un conjunto de anécdotas o de consideraciones etnográficas que de la aprehensión etológica de todos los datos que resultaran útiles para aclarar la cuestión. Sin embargo, cabe señalar su parentezco con el sueño que mientras dura tiene, para quien lo experimenta, todas las características de la realidad: lo inscribe en una nueva identidad y lo confronta a unas dimensiones psíquicas de sí mismo que no preveía, y que podrá olvidar una vez que la experiencia haya terminado. Pero, a diferencia de lo que ocurre durante el sueño, en el trance la acción no está inhibida, y sigue siendo posible la comunicación con el grupo social o con uno de sus representantes. El carácter a menudo ritual, institucionalizado y didáctico de estas comunicaciones sugiere que éstas pudieran tener un valor funcional para el grupo: disminución de las tensiones, moderación de los excesos, promoción de la creatividad, etc. Una vez más, cabe comparar esta función con la de los sueños, aunque incumba más a lo colectivo que a lo individual.

Conciecias e inconscientes

Estados “subconscientes”

Hipnosis

Se presenta como una forma reciente, modernizada, del trance, pero con cierto énfasis en su carácter médico (o aun “científico”) y en sus resultados.

Su historia se remonta cuando menos a Paracelso (1500) y Van Helmont (1600), quienes inauguraron el camino que habría de llevar al magnetismo de Mesmer (1776), y luego al “sueño magnético” o sonambulismo del marqués de Puységur (1789).

Pese al informe positivo del demasiado crédulo Husson (1831), los pases magnéticos pronto cayeron en el oscuro infierno de las prácticas no académicas.

En términos más aceptables, James Braid (1841) describió fenómenos análogos -anestesia, alucinabilidad, sugestibilidad- que se obtenían manteniendo la mirada fija en un objeto brillante. El paciente permanece cerrado a cualquier otro pensamiento, y su imaginación cobra tal agudeza que las ideas sugeridas cobran toda la fuerza de la realidad. Una vez que la persona conoce este estado, resulta más fácil reproducirlo por diferentes métodos. Sabido es que el “sueño” o “hipnosis” gozó de gran éxito en el ámbito terapéutico (Nancy, la Salpêtrière, Charcot, Babinski y… Freud). Puede decirse que todas las formas de terapia y todas las corrientes psicoanalíticas o emparentadas con el psicoanálisis deben su existencia a este antepasado, objeto de controversias…

Estado autógeno de Schultz

La práctica generalizada de la hipnosis, con los efectos benéficos a ella atribuídos y los fenómenos de dependencia que la acompañan, pronto hizo que algunas personas buscaran la manera de autohipnotizarse. Schultz las sometió a un cuestionario bien construido, en cuyas respuestas basó luego su “Training autógeno”, origen de todas la formas occidentales de la relajación. El resultado inmediato de esta técnica, que sigue siendo perfectamente válida, consiste en una experiencia corporal particular, un sentimiento de bienestar, a veces muy gozoso, con quietud del pensamiento. Este “estado autógeno” posee características fisiológicas perfectamente individualizables, que estarán en el centro de nuestra exposición.

Estado sofroliminal y otros estados de conciencia según Caycedo

Este autor se interesó en las técnicas de todo tipo que tendieran a modificar el estado de conciencia y a promover una mejoría psicofisiológica y social del comportamiento humano. Estudió primeramente la hipnosis, y luego el training de Schultz y los métodos orientales de desarrollo espiritual.

Caycedo distingue entre “estados de conciencia” y “niveles de conciencia”.

Para describir de modo esquemático esta concepción se puede considerar que el nivel de la conciencia es tanto más elevado cuanto mayor es la agudeza de la vigilia. En este eje, la vigilancia se opone al sueño, o cuando menos al sueño profundo, llegando hasta la incapacidad de despertar propia del coma.

En el otro eje, ortogonal con respectro al primero, se sitúan los “estados”, nociones de carácter cualitativo, por oposición de la conciencia “patológica” a la conciencia “ordinaria”, y sobre todo a la conciencia “sofrónica”, superior… Cabe considerar que se trata de un estado más o menos “activo” de la vida mental (la conciencia sofrónica se localiza en el polo de la quietud, mientras que la conciencia patológica lo hace en el polo del estrés).

Estado trascendental

Es el estado que se obtiene mediante la práctica de la meditación transcendental. Ya hemos sugerido que no es específico, y que se asemeja a otras formas de modificación de la conciencia obtenidas con las técnicas del yoga, la sofrología, el training, etc. Se caracteriza por un profundo reposo sin abolición de la conciencia, la cual permanece -o se vuelve- muy clara, pese a que por momentos se experimenta la desaparición de todo pensamiento, toda imagen, todo esfuerzo, y un curioso enlentecimiento de las funciones fisiológicas elementales (paro respiratorio, disminución de la frecuencia cardíaca, relajación muscular, disminución del metabolismo basal, etc.). Keith Wallace propuso denominar a este estado psicofisiológico “cuarto estado de conciencia”.

Subconsciente e inconsciente

No intentaremos describir aquí la historia del concepto de inconsciente, sino tan sólo recordar que el descubrimiento de procesos ajenos a la conciencia creó una bifurcación entre Freud, por un lado, y Myers y Janet, por el otro (inconsciente y subconsciente, respectivamente).

El último parte de procesos muy claramente no conscientes para el protagonista, mientras que el observador puede describirlos, medirlos, provocarlos o suprimirlos… Se trata de la hipnosis, claro está, pero asimismo del extraño fenómeno de las personalidades múltiples, de la escritura automática, del trance, de la supuesta comunicación con el alma de los muertos, de la “posesión diabólica”, etc. A diferencia del sueño, del acto fallido o del chiste, estos hechos pueden estudiarse a cielo abierto, sin necesidad de invocar una hermenéutica sofisticada…

El psicoanálisis tendería a clasificar tales fenómenos en la categoría del preconsciente, posición probablemente aceptable a condición de extenderla a todo el ámbito de lo no-consciente conscientizable, ya se trate de material reprimido o aligerado de la focalización actual del flujo consciente por economía funcional (fenómeno de atención más o menos marcado). La dificultad radica en el hecho de que algunos datos no conscientes en determinado estado  pueden constituir la conciencia en otro estado, y recíprocamente. Es el problema de las personalidades múltiples, que establece varias conciencias más o menos independientes entre sí, aunque cada una de ellas permanece vinculada al conjunto de la personalidad y, por ende, al inconsciente freudiano. Correlativamente a esta multiplicidad de las conciencias, ello supondría una multiplicidad de preconscientes. Tal visión sistemática no pretende constituir una solución, sino tan solo plantear una pregunta que merece ser profundizada en el marco de una investigación sobre el trance, con sus consecuencias a la vez biológicas y psicoanalíticas…

Los estados de la conciencia

La investigación neurofisiológica nos ha llevado a aceptar dos estados de sueño: el trivial y el paradójico. El estudio de los estados de la conciencia modificados nos impone un cuarto estado. El estado de vigilia puede subdividirse simétricamente, pero antes de caracterizar esta ventana de cuatro aberturas conviene señalar que se trata de una caricatura, ya que se pasan por alto los estados mixtos e intermedios. Más que de cuatro estados habría que hablar de cuatro polos dinámicos que funcionan como atractores de potencia variable según el momento del ciclo nictemeral y la personalidad individual que se consideren.

Estado de vigilia trivial

La conciencia, más o menos focalizada, comprende una orientación hacia el ambiente: el sujeto es capaz de responder a estímulos situados en el campo de su atención y a estímulos situados fuera de dicho campo, siempre que tengan suficiente intensidad. Esta vigilia de la percepción y de la conciencia se acompaña de una posibilidad de acción, ya para seguir las variaciones del estímulo, ya para modificarlo mediante una acción apropiada, de tipo intencional. El metabolismo basal y el tono gamma están más bien altos, los reflejos osteotendinosos son vivos y las reacciones ordenadas, precisas y rápidas. Las frecuencias respiratoria y cardíaca también están elevadas.

Los niveles de colesterol, de hormonas corticosuprarrenales, de prolactina y de catecolaminas y derivados son más bien altos. Todo ello supone la puesta en juego de diversas funcionalidades ergotrópicas. Por lo general la termorregulación se mantiene una temperatura central más alta que la del sueño.

A nivel cerebral se encuentra un ritmo rápido (ß), con ondas de poca amplitud y con diferencias derecha-izquierda, así como entre las diferentes áreas cerebrales, que parecen estar dotadas de vida propia. La estructura dominante sería el telencéfalo, más particularmente el neocórtex. Los principales mediadores químicos serían la dopamina, la noradrenalina, la histamina y la acetilcolina.

Estado de sueño trivial

Cuanto más profundo es este estado, más difusa es la conciencia, casi ausente, salvo en presencia de estímulos muy intensos, en particular los de tipo sonoro. Comprende una orientación mínima hacia el ambiente actual: el sujeto no responde a los estímulos, o lo hace levemente. Sometido a estímulos más intensos, sale de este estado y despierta.

La acción se reduce a reacciones posturales. Con bastante frecuencia, durante el sueño, el sujeto cambia el lado sobre el que descansa, modifica la flexión del tronco o de los miembros, etc. Estos movimientos son apropiados pero automáticos, y no intencionales, a menos que, en condiciones excepcionales, hayan sido disminuidos o aun anulados por una autosugestión previa.

Están disminuidos el metabolismo basal (cerca de un 10 %), el tono gamma y los reflejos osteotendinosos (que pueden incluso quedar abolidos). Las reacciones ordenadas son imprecisas, lentas, difíciles de obtener sin despertar al sujeto. Las frecuencias respiratoria y cardíaca son relativamente bajas. Se hallan relativamente bajos los niveles de colesterol, hormonas corticosuprarrrenales, prolactina, catecolaminas y sus derivados. Este conjunto converge en una activación de las fonciones trofotrópicas. La termorregulación mantiene una temperatura central más baja que durante la vigilia.

A nivel cerebral se observan ondas lentas (con predominio delta), amplias, con diferencias entre uno y otro hemisferio y entre las diversas áreas cerebrales que parecen dotadas de actividad propia. Destaca la existencia de “husos” y de complejos “K”. La estructura dominante parece ser el diencéfalo (el tálamo, y más aún el hipotálamo). La serotonina sería uno de los mediadores importantes.

Estado de sueño paradójico

Michel Jouvet atribuye a este sueño una función de resistencia a la cultura (“contendría la posibilidad de reinyectar, durante 100 minutos por noche, el patrimonio hereditario que hace de cada uno de nosotros un individuo diferente de los demás”). En esto se acerca a Freud, para quien el sueño permite expresar deseos prohibidos o frenados. Además, como lo sugiere la historia del uróboros de Kekulé, podría contener grandes posibilidades de creación y de invención…

La termorregulación decae considerablemente con respecto a la de los estados de sueño lento y de vigilia, al punto que un frío suficiente puede impedir la entrada en sueño paradójico. La termogénesis disminuye, y la temperatura tiende a disminuir. Las catecolaminas -en particular la noradrenalina- y la acetolcolina desempeñan un papel esencial en este estado.

Estado de vigilia paradójico

Se puede considerarlo simplemente como un estado cuya manifestación más general -y menos acentuada- es el estado de vigilia en reposo (Etevenon) o calmo, con los ojos cerrados. El EEG muestra una modulación de la amplitud, mientras que en el estado de vigilia activo se observa una modulación de la frecuencia. Predomina el ritmo alfa (u otros más lentos), con gran estabilidad: el “zenista” puede producir amplias ondas alfa aunque medite con los ojos abiertos. Lo más notable es que este ritmo tiende a volverse coherente y homogéneo en toda la bóveda craneal. Los trazados derecho e izquierdo muestran idéntica amplitud y se ponen en fase, los ritmos rápidos de la zona anterior se enlentecen, asemejándose a los occipitales. Cabría formular, como hipótesis provisoria, que la iniciativa de este estado proviene de la corteza.

El metabolismo basal está fuertemente disminuido, mucho más que en todos los otros estados. La respiración es más lenta y superficial, a veces en extremo, y sin ulterior compensación. Esto se explica porque al haber disminuido mucho el gasto energético, disminuyen la necesidad de oxígeno y la producción y eliminación de gas carbónico. También la termogénesis tiende a disminuir. En algunas cualidades de este estado se puede observar una distensión vascular que eleva la temperatura subjetiva y objetiva de los miembros (+ 1° ó 1,5°), mientras que la temperatura central tiende a bajar. En otros casos -y en personas más avanzadas- puede producirse un enfriamiento corporal global, aparentemente sin consecuencias para la salud pulmonar u ORL…

La vigilancia sólo disminuye en los principiantes, o bien cuando existe una “deuda de sueño”. En los demás casos, también ella muestra un aspecto paradójico. Según un adagio de los yoguis, “el trueno no molesta más que la caída de un alfiler, y la caída de un alfiler resuena como el trueno”. Dicho de otro modo: pese a su aparente intensidad, algunas perturbaciones se experimentan como si tuvieran poco poder estresante, mientras que otros eventos, aparentemente minúsculos, cobran gran importancia.

A mediano y largo plazo, practicando al menos dos veces al día una técnica capaz de producir el estado de vigilia paradójica se obtiene una regularización del peso corporal, que disminuye en las personas muy gruesas y tiende a aumentar en las muy delgadas. En algunos casos, también el pulso y la presión arterial se estabilizan y tienden a disminuir. Se observa una disminución en la mayoría de las escalas de patología mental (por ejemplo, el MMPI), y se puede producir una integración de la personalidad de orden más elevado, con aumento de la creatividad y de la aptitud para las relaciones humanas.

Conviene señalar que la práctica excesiva de estas técnicas puede favorecer la aparición, infrecuente pero muy real, de fenómenos de euforia exagerada. En tales casos el resultado se vuelve negativo, y puede incluir algunas reacciones psicóticas. Por el contrario, un uso moderado, con sesiones diarias de duración limitada, resulta beneficioso para los pacientes psicosomáticos, psicópatas, neuróticos, y aun psicóticos.

Cabría atribuir a las prácticas de este tipo una acción de pacificación y de síntesis entre los datos internos y externos, una especia de enfriamiento de la vida emocional, del caos pulsional. En ello, son estrictamente simétricas del sueño paradójico, que aumenta la presión, activa la información “natural”, en oposición a la “cultural”, e introduce “ruido” en el sistema…

Necesidad higiénica del estado de vigilia paradójica

Cabe imaginar que algún día el estado de vigilia paradójica pueda resultar tan imprescindible como el dormir o el soñar. Nuestros ancestros lo practicaban sin saberlo al caminabar lentamente, cuidar un rebaño o contemplar las nubes, el agua del torrente, la tierra hendida por el arado… Todo lo que experimentaban cuando miraban crecer la hierba o cuando asistían a las ceremonias, a las músicas y a los ritos de su religión, seguramente volverá a ocupar un lugar destacado, no mediante la reedición de esas venerables costumbres, sino creando lugares, tiempos y prácticas capaces de producir reposo, serenidad y paz en el seno del más lúcido despertar de la conciencia…

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Última puesta al día: 26 de junio de 2007