LA CENTRACIÓN - DESCENTRACIÓN

CAPITULO QUINTO

Los monjes de la India saben bien que,

si se renunciase a prever y a recordar,

los dolores, incluso los orgánicos,

se reducirían a ese punto del presente

que perece sin cesar .

Alain

 

Patanjali describe tres tipos de concentración, condicionados por el "desinvestimiento", incluso en el plano fisiológico, de los estímulos del mundo circundante (pratyhara) [1] .

1. Dharana: es la concentración del pensamiento en un solo punto (un lugar del cuerpo, une noción, une imagen, un sonido, etc.).

2. Dhyana: caudal unificado del pensamiento, continuum mental que excluye toda tensión para asimilar el objeto de la meditación sin esforzarse por asimilar otros distintos. En ningún momento el continuum intenta precisarse y enriquecerse con asociaciones, analogías, símbolos, etc. Sin embargo, este estado puede interrumpirse por estímulos externos de intensidad suficiente.

3. Samadhi: la unificación total en el sí mismo, llamada "enstasis" por M. Eliade, estado trascendental por el Maharishi Mahesh Yogui, y "cuarto estado de conciencia" por los neurofisiólogos. A este nivel habría coincidencia real entre la conciencia y su objeto. El samadhi no es un concepto unívoco: existen varios tipos, varios grados de "trascendencia". La coronación de esos estados "en vías de samadhi", por cuanto corresponde a un abandono de toda percepción, incluso la de las "realidades sutiles", permitiría experimentar la dicha de "la eterna luminosidad y autoconciencia". Parece posible ver en estos estados una cierta analogía con el estadio de las "imágenes místicas" en el ensueño despierto de Desoille. Este último escribe: "Si la experiencia se prosigue durante bastante tiempo, las imágenes de algunos individuos predispuestos se simplifican hasta no ser más que representaciones de luz. Dorada al principio, adquiere luego un color blanco mate y, más tarde, da una impresión brillante y transparente, como un cristal muy iluminado. Aunque las formas están ausentes de estas representaciones, éstas son a veces muy ricas en sentimientos vividos: profunda impresión de paz y serenidad, disposición a una benevolencia extrema, etc.

"A veces también estas representaciones van acompañadas de un "sentimiento de presencia", muy conocido por quienes han estudiado la psicología de los místicos" [2] . No se trata de un "arrebato fuera de sí mismo", sino más bien de una estabilización de la actividad imaginaria y afectiva en un plano "universal", "cósmico" u "oceánico".

En yogaterapia, lo importante no es proponer experiencias fuera de lo común, extraordinarias, sino, ante todo, permitir que el paciente recobre un cierto bienestar en sus relaciones consigo mismo, con el mundo y con los demás.

No obstante, como la realización del samadhi es uno de los objetivos del yoga, este proyecto tiñe en cierto modo los mismos grados preparatorios; éstos son los únicos que ambicionamos proponer sin quitarles su orientación de principio [3] . Entre la yogaterapia y el yoga existe la misma analogía y la misma continuidad que entre el tiro al arco y el zen [4] .

La vigilancia sin contención es esencial para realizar el más simple de los ejercicios yóguicos. Cada vez que ejecutan uno, pedimos a los pacientes que se centren sobre un aspecto concreto: la respiración, un lugar del cuerpo, etc. En efecto, la atención es tanto más eficiente cuanto más restringido es el campo de la conciencia. Por supuesto, se vuelve ineficaz para todo lo que no entre en ese campo. La condición para que la atención se centre por completo es que exista seguridad con respecto a todas las eventualidades que podrían surgir en los sectores descuidados del entorno. De esta manera, cuando el hipnotizador ha ganado la confianza del hipnotizado, puede reducir el campo de conciencia de este último hasta extremos asombrosos, incluso hasta hacerle insensible a estímulos a veces dolorosos.

Cuando se realiza correctamente (y para ello no se precisa un hipnotizador, ni un guru, ni un psicoterapeuta; uno mismo puede ejercitarse con éxito), esta "centración" sobre un campo restringido trae aparejada una descentración psicofisiológica que conduce al sujeto a dejar de lado los pensamientos, imágenes o sensaciones que constituyen su vida consciente normal, llenan perpetuamente el campo de su conciencia, dispersan su "fuerza" psicológica y disminuyen la integración unitaria de la misma y su nivel de tensión (en el sentido de Janet) [5] .


 

I. La centración

No se trata de un esfuerzo tenso "muy voluntarista", sino de un proyecto de fondo, de una paciencia que consiste en atraer incesantemente al campo de la conciencia aquello sobre lo que uno desea centrarse. Es una focalización deliberada que hay que renovar y examinar constantemente a causa de la tendencia espontánea a la dispersión. Hay que escapar por un tiempo no sólo de la acción conectada con el exterior, sino de la reflexión dialéctica y de la ensoñación de los momentos vacíos [6] . Como ha observado el otólogo alemán Urbantschisch, la concentración de la conciencia sobre un objeto es un fenómenos habitualmente fluctuante. Al escuchar el tictac de un reloj, se observará que, a intervalos bastante regulares, el ruido se eclipsa para reaparecer después. El fenómeno es muy general y se repite con todo tipo de figuras, sonidos, etc. Gracias a un ingenioso método gráfico, Patrizi ha logrado incluso inscribir en un aparato registrador las fluctuaciones de la atención: del examen de esos "prosexigramas" se deduce que la velocidad de las oscilaciones varía con cada individuo. No es sorprendente, por tanto, que se pueda modificar a base de ejercicio el tiempo de centración sobre un objeto perceptivo determinado. Es lo que postula el yoga cuando quiere obtener una fijación firme y continua en un solo punto durante largos periodos (ekagrata).

La centración o paciente `reactivación' de la misma tiene consecuencias sobre la realización de los ejercicios. Cuando surge una importante causa de distracción (un fotógrafo, nuevos participantes, etc.), puede comprobarse que los ejercicios no poseen el mismo "acabado" y no dan, como de costumbre, la impresión de un armonioso desarrollo casi vegetal.

En otras actividades diferentes, la psicología experimental ha demostrado la influencia que ejerce el fenómeno de la "atención": "Los movimientos son más rápidos, y el número de golpes que se pueden realizar por segundo con un lápiz o el número de teclas que se pueden pulsar en el piano aumenta si el esfuerzo se concentra en la tarea. Las contracciones pueden hacerse más intensas, y la compresión de un muelle (dinamómetro) se incrementa también si uno se concentra en ese acto. Los movimientos son más precisos y si, por ejemplo, se debe dibujar un trazo de una longitud determinada, el mismo será mucho más perfecto si el individuo se ha ocupado de la tarea con una atención más exclusiva, y, bien por interés inmediato, bien a consecuencia de haber hecho un esfuerzo en relación con un interés secundario, el nivel de actividad se habrá elevado aún más" [7] .

En su ejercicio habitual, la atención va generalmente acompañada de tensiones musculares propias de los sectores que la movilizan: el training autógeno, el yoga, la eutonia, etc. nos enseñan a ejercitar la atención relajando todos los grupos musculares no movilizados necesariamente por la acción emprendida.

Se ha observado que la atención iba acompañada:

1. De un ritmo respiratorio más lento que puede llegar hasta la apnea.

2. De una vasodilatación cefálica correlativa a una vasoconstricción de los miembros [8] .

El yoga y el training autógeno nos enseñan que no es así necesariamente : la lentitud respiratoria condiciona una atención sostenida, pero la vasodilatación puede no ocurrir en la extremidad cefálica, sino en las zonas cutáneas situadas enfrente de las zonas musculares relajadas.

II. La descentración

Como ha evidenciado la psicología clásica, la atención no es únicamente un fenómeno de centración; también es el abandono de un campo potencial de atención.

A la luz de lo que acabamos de decir, la descentración de una sesión de yoga no debe concebirse como una pura vacuidad de la conciencia: consiste, al menos en la clase de yoga que preconizamos, en una orientación nueva, en una reorientación. La atención ya no se deja movilizar por los objetos exteriores según aparecen y, al mismo tiempo, se desprende de las preocupaciones actuales que brotan de la vida inconsciente y que son traducción ilegible de los conflictos subyacentes. En el nivel `psíquico' sucede lo que en el `fisiológico' cuando a una distribución espontánea cualquiera del tono muscular le sustituye una pauta de contracciones que repose, por así decirlo, en la relajación extrema de todos los músculos que aquélla no pone directamente en juego (postura o asana).

En la medida en que se repiten constantemente en el curso de numerosas sesiones, estos ejercicios de centración descentración tienden a crear una actitud ‘objetiva', si se quieren admitir las afirmaciones de Fraisse y Piaget: "Todo conocimiento (tanto el representativo como el perceptivo) es deformador en sus comienzos a causa de centraciones de diversa naturaleza, pues sólo las descentraciones llevan a la objetividad. Así pues, sería vano separar el estudio de las deformaciones o ilusiones del de las estimaciones perceptivas normales." "Podríamos pensar que existen, por un lado, los mecanismos de la percepción en sí misma, y, por otro, los de sus deformaciones o "ilusiones" [9] . No es así, y numerosas experiencias lo prueban. Entonces se desvanece la distinción absoluta que todo el mundo está tentado de hacer entre alucinación, error perceptivo y percepción ‘objetiva'. Vittoz recomienda los ejercicios de concentración sobre todo para la cura de "ideas obsesivas", pero no parece oportuno limitar la sugerencia a los fenómenos neuróticos. En efecto, los escritos de Fraisse y Piaget se refieren a la percepción trivial, ‘normal', y señalan lo engañosa que resulta en las ilusiones perceptivas clásicas. Al profundizar en el problema, han llegado a vincular la "centración espontánea" con la ‘subjetividad'. Cometemos ‘errores perceptivos' porque nuestros esquemas socioculturales o personales nos inducen a considerar preferentemente ciertas ‘formas' [10] , ciertos elementos que destacamos de un conjunto determinado.

La experiencia y la convención nos han acostumbrado tanto a creer en nuestros sentidos, que descubrir hasta qué punto nos engañan constituye una revelación [11] .

La facultad de descentrarse - con respecto a las centraciones espontáneas implicadas en las estructuras hereditarias del sistema nervioso, las estructuras adquiridas con la cultura general de nuestra época, las que pertenecen a nuestra experiencia personal y las privilegiadas en función del contexto de tiempo, lugar y personas- es una prueba de mayor ‘objetividad'.

La posibilidad de descentrarse demuestra asimismo creatividad. El hecho de ejercer la propia creatividad es ya, en realidad, una forma de descentración: salirse de los caminos trillados. La incapacidad para hacerlo puede convertirnos en víctimas de nuestra subjetividad, que nos conducirá a apartarnos de la significación de los hechos y los decorará con nuestras centraciones excesivas hasta que lleguemos a fabricar "nuevos" objetos perceptivos (alucinación). Estas percepciones carecen de "objeto", cuando no de una razón objetiva de ser.

Cobrar conciencia del carácter estrechamente centrado de nuestras percepciones es ya terapéutico en sí mismo [12] . Korzybski emplea más bien el término de abstracción, en el sentido de que nuestra mirada no retiene más que una ínfima parte de lo que mira: abstraída de lo real, esta parte se toma entonces por el todo, en un proceso totalmente inconsciente. Para este autor, la adquisición de esta conciencia de abstraer es una de las claves esenciales de la salud individual y colectiva. Para favorecerla, recomienda ejercicios perceptivos en el dominio sonoro, visual, cinestésico, gustativo, olfativo, etc., y estimula las relaciones verbales y no verbales para que la humildad aflore más fácilmente ante el carácter supuestamente objetivo de nuestra visión de los seres, de las cosas y del si mismo. La misma idea nos impulsa a tratar de que nuestros pacientes adquieran la conciencia de abstraer en relación con su entorno y con su propia experiencia personal y por lo que atañe a las interacciones entre los miembros del grupo, especialmente en el plano no verbal y sin utilizar una interpretación explicitada de lo que acontece.

Por supuesto, la sesión de yogaterapia sólo permite una descentración muy provisional, acaso superficial y que, sin duda, implica muy poco el conjunto de la personalidad en su mayor hondura (aunque, bien mirado, tanto desde el punto de vista hindú como en el criterio de Reich, tal vez es una implicación que supera a todas las que se pueden expresar en palabras). De todas formas, las sesiones son los hitos de un entrenamiento progresivo, y no se puede separar la yogaterapia de la institución médica en la que se lleva a cabo y de lo que en la misma sucede: intervenciones psicoterapeúticas de todo tipo, evolución de las condiciones de vida, trabajo en el seno de la familia, etc. etc. Idealmente considerado, es una verdadera reeducación o educación para enseñar a distanciarse con respecto a la experiencia propia inmediata y condicionada.

Decimos idealmente porque, en verdad, todas las instituciones que conocemos de cerca parecen querer lo contrario: más que ofrecer a sus pacientes una visión radicalmente nueva y por lo mismo saludable, intentan apretar, con mayor o menor sutileza brutal, las cadenas insoportables que ceban el delirio, las alucinaciones, la angustia y la locura (la película Alguien voló sobre el nido del cuco es muy expresiva al respecto).

El fenómeno de centración descentración, que siempre ha sido aceptado y a menudo prescrito (ergoterapia, curas termales, cambio de medio, aislamiento, curas de sueño, etc.), se utiliza, a nuestro juicio, con todo conocimiento de causa, como un "freno de excitaciones" por lo que se refiere, ciertamente, a los estímulos exteriores, peso también a los estímulos que proceden de la interioridad del sujeto. Éste vive a lo que hay, a lo que sale, vive aquí, ahora, según su organismo, en el abandono de toda reviviscencia de su pasado y de sus huellas representables, en la renuncia a todo proyecto práctico que no sea el de vivir en el presente esta o aquella parte de su experiencia corporal actual, en un ejercicio preciso y determinado.

Este fenómeno hace que el sujeto viva una experiencia "auto plástica" conscientemente deseada y dominada, en la que su propio cuerpo se convierte en el campo único de su experiencia (ya que también la "palabra" está del todo abolida en ese terreno ideal). Esta experiencia es extremadamente regresiva, pues remite a un estadio de la génesis en el que no existía la imaginería visual. Permanece en un sueño profundo (sin sueños), viene a ser lo que la "fantasía" diurna es a los sueños nocturnos. Su carácter regresivo sólo es tal si se considera desde la óptica en que nutrirse con placer signifique una 'regresión' oral. Con una técnica parecida al ensueño despierto dirigido, el doctor H. Chambron a veces se inspira felizmente en nuestras observaciones sobre la 'centración descentración'. Al cabo de varias sesiones, uno de sus pacientes quedó de tal manera seducido por su imaginería mental que, para el terapeuta, fue imposible intervenir; dicho de otro modo, el estado de ensueño despierto colocaba en ocasiones al paciente en una situación de soñador sometido a un psicodisléptico, que no puede modificar, disminuir o interrumpir sus alucinaciones ni sus fantasmas [13] .

Por regla general, en estas circunstancias uno se ve obligado a abandonar la técnica, considerada impracticable a partir de entonces. En esos casos, el doctor Chambron intentaba que el individuo cobrase conciencia de su respiración, y repetía la sugerencia cada vez que la imaginería ejercía un total dominio; pedía al enfermo que "volviese a su respiración". Este procedimiento bastó en todos los casos para recrear una distancia entre el soñador y su sueño sin romper este último.

No pretendemos recomendar la centración descentración como método universal que permite tratar, por ejemplo, las alucinaciones en el momento en que se producen, si bien se comprueba diariamente que una persona alucinada que se halle seducida por lo concreto, mientras está atenta, ya no sufre alucinaciones. Esto no dispensa de prescribir simultáneamente una quimioterapia adecuada, si se estima útil o necesario, ni de recurrir a diversas formas de psicoterapia (verbales). Vittoz no aconseja otra cosa. Conocemos todos los beneficios que algunos enfermos de La Verrière han obtenido gracias a este método simple y práctico [14] .

Se hallaría especialmente indicado en las psicastenias, los estados de ansiedad y los episodios depresivos; es igualmente beneficioso en las esquizoidias; únicamente en las psicosis obtiene pobres resultados.

Estos autores no disponían de recursos  auxiliares para que los psicóticos pudieran beneficiarse de estas técnicas. La utilización moderada de la quimioterapia, o, mejor aún, la puesta en práctica simultánea del sistema inconsciente de las relaciones familiares da a las técnicas de centración descentración un impacto extremadamente positivo en personas antaño consideradas como propensas a la demencia.

La observación de M.S. es interesante, por cuanto señala la posibilidad de que un individuo alucinado se distancie y se centre en lo 'real':

El diagnostico de este hombre de 45 años es "esquizofrenia paranoide". Se le hospitalizó a los 24 años, cuando cursaba estudios de derecho. Al principio de la cura se observaron trastornos del comportamiento, alucinaciones del sentido del olfato, de la vista, del sentido muscular y un síndrome de influencia. En aquel momento declaró: "No salía de mi casa para nada, pasaba el tiempo escribiendo cualquier cosa. Me volví cada vez más tímido, tenía miedo de lo que la gente dijera o pudiese decir de mí. "

Al cabo de un mes de yoga, los síntomas se han atenuado mucho; concretamente experimenta menos angustia, se encuentra más sosegado. Por lo general, el contacto con los demás sigue siendo pobre. En cambio, se expresa con frecuencia durante el periodo de verbalización en grupo que sigue a cada sesión.

A los tres meses de hospitalización, un intento de darle el alta concluye en un semifracaso: recaerá cuatro meses después de su salida. En el curso de las sesiones se le ve muy atento, y, en consecuencia, desaparecen transitoriamente las alucinaciones: "Me hace falta valor para venir dice, pero, si vengo, ya no oigo mis voces. "

Vemos que las alucinaciones desaparecían durante las sesiones; la observación siguiente muestra que la centración­ descentración, a la larga, permite al sujeto abandonarlas definitivamente, es decir, anular las actitudes mentales hipercentradas, delirógenas o alucinógenas:

C.O. es un joven de 21 años con diagnóstico de esquizofrenia. Se muestra como un individuo autista, atímico y asténico. Su aspecto es el de un catatónico: hipertonía permanente del rostro, de los músculos perirraquídeos y de los miembros superiores. Su distonía postural provoca une actitud disimétrica permanente, con descenso del hombro izquierdo y deformación escoliótica funcional del raquis.

No se ha modificado el tratamiento de quimioterapia proseguido durante 4 meses; simplemente se añaden a él el yoga y masajes en la nuca.

Vemos que desaparecen gradualmente los trastornos del tono estático mientras persiste une cierta rigidez en el modo de andar. Consigne relajar bien sus músculos durante las clases de yoga previstas al efecto. Su mímica ha perdido ya el carácter “patético" que tenía al comienzo de la cura.

Al cabo de cinco meses de práctica, su cálido apretón de manos, su contacto con los demás, su actividad pragmática y la desaparición de sus alucinaciones, que ahora son criticadas (` ya no veo quimeras "), permiten darle el alta definitiva.

Para conseguir un alto grado de centración descentración, es preciso que el sujeto a quien se le aplica domine el fenómeno. De no ser así, es posible que surjan todos los inconvenientes de la "privación sensorial" y que se produzca, en particular, la reviviscencia de alucinaciones complejas ligadas a la problemática del paciente y causantes de une acentuación, al menos provisional, de la síntomatologia.

Cuando acontece este eventualidad, nos hemos visto obligados, por razones "institucionales", a pedir al enfermo que deje de practicar el yoga. Es probablemente lamentable, aunque carecemos de pruebas al respecto. Desde el punto de vista farmacoterápico, se sabe, por ejemplo, que une terapéutica notablemente activa aplicada a personas alucinadas y delirantes, como el propranolol y el pindolol, puede dar lugar a une transitoria recrudescencia de los trastornos e incluso a la aparición de nuevos síntomas psicóticos en individuos aparentemente sanos [15] . La práctica psicoanalítica muestra igualmente que los síntomas no son la enfermedad, que su supresión no significa curación ni su recrudescencia agravación en la medida en que puede ser el precio que hay que pagar por abolir con demasiada rapidez las defensas caducas. La práctica de algunos cursillos C.E.M.E.A., como alumno e instructor, me ha enseñado que el simple hecho de proporcionar une vida colectiva a cuarenta personas de ambos sexos sin darles un "programa" preciso (que ellas mismas se encargan de elaborar y realizar):

por un lado, permite que cobren conciencia a un nivel más o menos profundo (estereotipos sociales, actitudes, comportamientos relacionales, problemática edípica, etc.);

por otro, modifica la personalidad de algunos participantes que, ocasionalmente, realizan une especie de "metanoia" cuya consecuencia puede ser une crisis psicótica, reversible o no, en el período de cursillo.

Barte y sus colaboradores [16] recuerdan que la centración­descentración Ilevada a su extremo en el pratyhara y bien significada por el yoga mudra se asemeja bastante al "aislamiento sensorial" realizado por Hebb a partir de 1954. Estas experiencias consistían en "reducir las estimulaciones en las diferentes esferas sensoriales y, en particular, en la auditiva, visual y táctil. Se colocó a personas voluntarias y ‘normales' en cabinas insonorizadas, tendidas en un lecho, inmóviles, con los ojos tapados por lentes especiales, que sólo permitían la percepción de la luz sin une visión real de las formas, y con las orejas recubiertas por une almohada en forma de U. Los brazos y las manos se envolvían en cartones para disminuir las sensaciones táctiles". Otros autores se sirvieron de variantes técnicas, pero todos advirtieron diferentes trastornos: disminución de la capacidad intelectual, anomalías perceptivas, imaginería mental vívida que podía llegar hasta la alucinación, trastornos del esquema corporal y despersonalización y problemas afectivos en forma de sugestibilidad. Bajo la égida de H. Ey, Barte mismo ha aplicado la técnica de aislamiento sensorial a enfermos mentales y puesto de manifiesto el hecho paradójico de que, en algunos que antes eran alucinados, se podía hacer retroceder los trastornos.

III. Yoga y descompensación psicótica

A veces, la práctica del yoga parece preceder un poco al brote de un acceso 'psicótico', e incluso anunciar el tránsito hacia la ‘esquizofrenia' [17] . En la mayor parte de los casos, es discutible el hecho de saber si la práctica de esta disciplina era un esfuerzo del individuo por luchar contra la psicosis incipiente, una señal de haber entrado en ella o un factor desencadenante que hubiese acelerado el proceso patológico. Pero no conviene abusar de los significados y de su hipóstasis! "Por el camino de Laing" [18] se halla tal vez una visión más 'objetiva' de los fenómenos. Sin llegar a la reflexión sobre la semiología, la nosología y hasta la antropología, escuchemos a este joven que, después de una tentativa de suicidio por medio de barbitúricos, nos relata:

"Tenia problemas desde hacía ocho meses; hubiese intentado suicidarme mucho antes si no hubiera practicado el yoga." El muchacho, bailarín y admirador de Béjart, dice haber encontrado en esa práctica un mayor dominio de sí mismo, más seguridad en sus relaciones con el prójimo y la posibilidad de adormecerse. Insiste en el hecho de que le vuelve "soñador", "reflexivo", como un segundo estado: "Es a la vez un bien y un mal; bien cuando estoy solo, mal cuando estoy al volante." Practicaba más las asanas que las respiraciones y prefería la postura introvertida de reintegración. Su deseo de "espectacularidad" se revela en esta declaración: "No me gusta la sarvangasana porque todo el mundo puede hacerla"... (lo que, por cierto, no es exacto).

Henrotte parece ser de la opinión de que es necesario un análisis previo a la práctica del yoga [19] : "El hathayoga – escribe - no es una disciplina puramente física. La concentración y las respiraciones asociadas con las posturas son a la vez responsables de su eficacia y su peligro, que es, por tanto, más de orden mental que fisiológico. La meditación no es ni una hipnosis, ni una somnolencia agradable, ni una ensoñación. No es tampoco un psicoanálisis, pero exige del discípulo un psiquismo purificado. Ésta es la razón por la que los antiguos maestros escogían con cuidado a sus alumnos. Es también el motivo de que la aparición de neurosis latentes a consecuencia de la práctica del yoga no sea excepcional. Dicha práctica es, en efecto, una disciplina de acción por la que el hombre llega a fortalecer y a controlar facultades normalmente poco o nada desarrolladas. Importa, pues, que el desarrollo se realice sobre un terreno mental bastante sólido para soportar su peso, o sobre una zona preparada por un análisis psicológico previo." Se sabe que los "ashrams" no carecen de personalidades por lo menos ‘extrañas', y que entre los ‘monjes' cristianos se encuentra igualmente un cierto número de neuróticos. En ambos casos pueden hallarse también hombres y mujeres de asombrosa calma, serenidad, transparencia y paz, cuya sola presencia sosiega, devuelve la esperanza, el valor y, a veces... la salud.

En la práctica terapéutica, a menos que ya se haya emprendido una experiencia "antipsiquiátrica" y que el equipo en conjunto acepte las consecuencias, será prudente desaconsejar la yogaterapia a enfermos actualmente muy disociados, en período productivo que comporte, por ejemplo, ideas de influencia.

Antes de comenzar la cura, J.F. presenta alucinaciones y un "síndrome de influencia".

Tras dos meses de yogaterapia, declara que el monitor se coloca delante de ella en el círculo y la mira para hablar en su cabeza. Siente miedo de los hombres que participan con ella en la sesión; las alucinaciones son, con todo, menos frecuentes que antes de comenzar. Se niega a continuar la experiencia. A propósito de los fenómenos de este tipo, tal vez es defensivo (en el sentido psicoanalítico) excluir la posibilidad de una comunicación real de inconsciente a inconsciente por medio de un proceso de tipo ‘telepático'. Se sabe que los "exorcistas" eclesiásticos occidentales o los hechiceros africanos, a través de los ritos que utilizan para "purificar" al poseso, viven a veces en el momento en que su propia fe flaquea una experiencia sumamente curiosa y angustiosa: el "poseso" (el espíritu que habla por su boca [?]  es entonces capaz de pregonar en voz alta todas las faltas que el exorcista cometió en el pasado, con detalles tan notables que sumen en la perplejidad. Asimilar la esquizofrenia a la posesión tal vez sea prematuro y aventurado, pero no por eso deja de ser cierto que los que padecen delirios son a menudo capaces de una perspicacia tal sobre la problemática personal de sus monitores que el paralelo resulta sugestivo.

Es probable que la expresión delirante escoja los elementos de las informaciones sensoriales (y "extra sensoriales" ?) que se relacionan con la situación vital del sujeto. Estos "accidentes" de la yogaterapia, tan raros por lo demás, están relacionados con una ‘centración' no dominada que no se hace en detrimento de las orientaciones personales privilegiadas del paciente, sino, por el contrario, en su favor. El verdadero proceso de "centración descentración" que pretendemos requiere una atención voluntaria, aunque no tensa. Si no se consigue este esfuerzo de la atención, ya no nos hallamos ante el yoga, sino en presencia de un ejercicio más próximo a la relajación inducida e incluso a un estado semi-hipnótico inducido por un mago que habría sido bruscamente invocado en otra parte. Algunos han llegado o llegan a asimilar el samadhi a un estado de fascinación o trance [20] . Ahora bien, los hindúes conocen y practican la hipnosis (vikshipta), el poder de hipnotizar está reforzado por la práctica asidua del yoga y no debe ejercerse nunca con fines vanidosos o egocéntricos. Este ‘poder' no se parece a un aprendizaje, y en ese sentido difiere de la hipnosis científica occidental. Podríamos esquematizar el tema diciendo que el samadhi es un estado de supra conciencia y la hipnosis más bien constituye un estado de sub conciencia; el primero representa una liberación; el segundo, una alienación.

La precisión que requieren los ejercicios de hathayoga se presta poco a las veleidades fantasiosas o fantásticas de un ensueño hipnoide, a excepción del shavasana, postura de relajación que podría propiciarlas. Sin embargo, y especialmente cuando el monitor hace los ejercicios con el grupo, no puede saber siempre el modo en que cada participante los asume. De ahí el interés de que uno de los monitores observe mientras el otro participa.

El paciente siente a veces la necesidad de lo que podríamos llamar un "yo supletorio", alguien sobre quien apoyarse en el curso de ciertas ascensiones (ser acompañado durante el viaje). No está del todo seguro de sus recursos personales en su propia iniciativa.

Su yo se parece entonces a un pastor, resuelto a guardar las ovejas en un determinado perímetro cuyos límites olvidaría de continuo y de los que, al salir para traer de vuelta una parte del rebaño, se extraviase buscándolas por las montañas.

La señorita G.R., ‘esquizofrénica' leptosómica, de cabellos rubios y ojos azules, exhibe su ambivalencia desde que entra en la sala. Duda mucho tiempo al elegir el lugar donde dejar los zapatos, espera a que los demás hayan depositado los suyos, vacila de nuevo y luego dice: "Yo los dejo aquí ".

Su ‘autismo' no le permite "soportar" la postura propuesta, se evade rápidamente, mantiene un suave soliloquio, abandona el asana y se mira las uñas. La monitora le indica que "ha perdido el hilo"; "ah, si; es cierto", responde, y reanuda la postura...

Después de tres sesiones, se ausenta durante ocho días y luego vuelve. Explica su abstención de una semana por la presencia de los hombres (esta paciente se halla en un hospital donde todavía reina la separación de sexos). La monitora, que prefiere la distribución por filas en lugar de por círculos, le propone que se coloque delante, para no ver a ningún hombre mientras realiza sus ejercicios. A partir de entonces, su comportamiento en la sala traduce su posibilidad de lograr una cierta concentración exigida, y, un tanto paradójicamente, se le hace posible conversar con los hombres al final de la sesión. Mientras antes pensaba que el yoga era una fuente de tensión y nerviosismo, ahora aprecia su calidad de momento privilegiado y relajador. Su relajación, con todo, no es gran cosa, pues al cabo de dos meses es aún incapaz de cerrar los párpados.

En el caso reseñado, la centración sobre el propio cuerpo, mediatizada por las posturas, no ha sido posible más que eliminando las informaciones visuales que recordaban incesantemente la presencia del sexo opuesto. Al persistir la misma, pero sin que el sentido de la vista la recordase constantemente, logró interesarse por los ejercicios, por su cuerpo y por sí misma en presencia de hombres.

Los ejercicios de concentración recomendables son muy numerosos: sobre el cuerpo, el ritmo cardíaco, respiratorio, determinada zona del árbol traqueobronquial, cierta categoría de percepciones sensoriales, algunos ejercicios Vittoz, los de Gerda Alexander, los de Feldenkrais, Olric [21] , etc.

Los ejercicios deben elegirse en relación con la significación psicofisiológica de los lugares del cuerpo propuestos en función de la problemática conjunta del individuo o del grupo y en función la actual estadio de evolución. El tema exige tanto intuición como conocimiento de los datos tradicionales.

Se puede centrar, por ejemplo, toda una sesión en uno de los centros de la anatomía sutil (Chakra) y establecer una progresión lógica en la armonización sucesiva de los diferentes centros.

IV. ¿La centración descentración está contraindicada en los tipos introvertidos?

No entraré aquí en el debate multiforme que sostienen numerosos autores en favor o en contra de la división hecha por Jung en "introvertidos" y "extravertidos", o la de Kretschmer entre "esquizotímicos" y "ciclotímicos", disputa a la que la introducción de impresionantes instrumentos estadísticos y matemáticos (véase, en especial, Eysenck, Sheldon, etc.), o las sutilezas de la caracterologia franco holandesa (Heymans, Le Senne, etc.) han aportado numerosos datos apasionantes, aunque también varios puntos de interrogación. Para los que verían en el movimiento el movimiento de introversión el primum movens de la despersonalización (lo que no es del todo falso, como ya hemos visto), conviene estudiar si los ejercicios de concentración no ofrecen más inconvenientes que ventajas, si, en vez de aliviar, no agravan los males para los que se prescriben.

En los ensayos de yogaterapia realizados hasta ahora en un medio especializado, los diversos investigadores se han esforzado en evitar el escollo de que se produzca una huída pura y simple de lo real en provecho de un mundo delirante u onírico. Los ejercicios de centración descentración deben ser objeto de una reflexión, de una adecuación temporal y de una libertad de expresión que les confiera todo el peso de anclaje necesario.

Conviene señalar aquí que la introversión y la extroversión no son en sí mismas actitudes patológicas: ¡ni siquiera son patógenas! Siempre, claro está, que no se trate de una actitud "forzada", sistemática, rígida, inadaptable. La introversión, el hecho de vivir para sí mismo, de poseer una vida interior, es necesario para todo el mundo, y cada uno experimenta en ciertos momentos del día y en determinadas épocas de la vida una mayor necesidad de soledad, de repliegue, etc. Lo patológico o nocivo es la incapacidad para mirar al exterior, no el hecho de explorar el interior. Del mismo modo, la extroversión, muy valorada en nuestra sociedad de rendimiento, de la técnica y de los juegos televisados, puede convertirse en ‘patológica' o nociva si es producto de una incapacidad para la vida interior, de una huida de sí mismo en la dispersión de los objetos. El yoga no estimula la introversión dispersa, la rumia mental, el narcisismo como regla de vida. Intenta, por el contrario, juntar el ser desmigajado, dispersado por el flujo incesante de las excitaciones ambientales. Trata asimismo de evitar que se bambolee según el capricho de las producciones fantasmáticas, de los ensueños estériles, de la nostalgia, del spleen, etc. Los ejercicios físicos y la concentración mental que los acompaña hacen una y otra vez posible el distanciamiento provisional del curso espontáneo de la vida interior y exterior, de las solicitaciones internas y externas. Estas últimas son un factor de dispersión del yo, una fuente de huída con respecto al proyecto personal profundo que nosotros postulamos y que según nuestro criterio no debe abolirse, sino cumplirse: me refiero al proyecto de ordenación del sí mismo a los otros, por lo que atañe a los extravertidos exagerados, y del proyecto de ordenación de los otros al sí mismo, en lo que concierne a los introvertidos en demasía y sistemáticos. Al reconstruir la unidad con el cuerpo propio y la relación con los ajenos, se trata de recobrar no sólo una consistencia del sí mismo en la unidad corporal, sino una consistencia de la relación con los demás en la maduración afectiva... Coincidencia del sí mismo con su experiencia actual, correspondencias del sí mismo con la experiencia actual de los otros. Todo esto podría calificarse de vana palabrería, si la eficacia del yoga no fuese inmediata y exenta de rodeos criticables.

Las enfermeras, tan escépticas al principio como podría serlo el lector, se asombraron en seguida al ver la transformación del rostro y del contacto en sus enfermos al cabo de una hora de yoga (metamorfosis que habían propiciado otras horas de práctica de los días anteriores: aunque no por eso la transformación, antes o después de una sexta o séptima sesión, es menos notable). Preguntaban: "Pero ¿qué les hacen?" La magia del yoga las sorprendía, comparada con esa otra magia del medicamento, que verdaderamente opera transformaciones rápidas, cuando no instantáneas, pero deja una pizca de amargura...

Se asombraban de ver la alegre mímica, el aspecto sosegado, la vivacidad, el buen humor, incluso la serenidad de los enfermos que, una hora antes y a pesar de un "tratamiento" intensivo, estaban taciturnos, lloriqueantes, quejumbrosos y gruñones. Así, pues, con firmeza aunque provisionalmente, esa hora de "gimnasia" (?) había devuelto a los pacientes nuevas posibilidades de relación y un cierto grado de unidad interior.

Al reeducar la manera de percibirse uno a sí mismo, se instaura un nuevo modo de ver el mundo, una nueva forma de prestarle atención. Mi yo es mucho más de lo que creía, tiene posibilidades que no sospechaba. No hay una sola manera de respirar, una sola forma de conducirse, un solo modo de vivir. Por fin puedo advertir que lo nuevo existe, que todo no está dicho de una vez por todas en mi vida, que no siempre estoy obligado a internarme en caminos dañinos o atascados, etc. Me percato de que aceptar mis límites me abre perspectivas ilimitadas, que conocer mi funcionamiento me proporciona un nuevo dominio, que todo no queda dicho cuando las palabras han hablado, que la rigidez de mis leitmotivs conscientes o inconscientes puede ceder, ya que ha cedido este envaramiento que yo creía fuera de mi alcance y que conformaba mis esquemas posturales o respiratorios... Los eslóganes de la sociedad, de la familia, de la vecindad, del hospital, se desinflan como globos de los que se ha deshecho el nudo; puedo por fin saber qué es la respiración, al fin puedo respirar y ahuyentar mi angustia con el fuelle de mi vientre, de mi tórax, de mis pulmones.

Al poner en tensión, casi de una forma dolorosa, ciertos tendones y músculos, al centrar necesariamente la conciencia sobre ellos, a los que antes ignoraba, surgen nuevas (muy humildes, pero muy nuevas) evidencias psicocorporales. Un paso más y esta sensación casi dolorosa que yo veía acercarse horriblemente se ha reducido a lo que era antes; un paso más y se difumina, desaparece: ¡sin que nadie me haya dicho: "No es nada"!

No puedo olvidar mi dolor, pero puedo darme cuenta de que ya no existe y que donde creía encontrarlo no hay más que una cosa: la respiración. Y ya no es más una cosa, yo respiro, vivo y me reiré a la cara de quienes me miren y piensen: ¿cómo lo hace él?", ¿cómo lo hace ella?"... De este modo, la descentración es volverlo a poner todo en orden, un contacto con lo real, un despojarse de las angustias prejuicios: un parto sin dolor.

Algunos han llegado a creer que el yoga era una cosa nueva en la terapéutica; a lo largo de todas estas páginas, nos hemos ido dando cuenta de que, con su influencia o sin ella, numerosos métodos occidentales utilizan algunos descubrimientos del Oriente. Incontestablemente, uno de los autores más notables desde ese punto de vista es Vittoz. Su obra parece un manantial distinto y no contradictorio al lado de la majestuosa corriente psicoanalítica. Si el autoanálisis posee un limite que en la práctica no se franquea más que excepcionalmente sin recurrir a un analista, el análisis Vittoz, apelando a los recursos del yo consciente `psicocorporal', no necesita al terapeuta sino a modo de una garantía más segura para un rápido éxito. Se practica igualmente bien con ayuda de un libro o de un curso por correspondencia. A diferencia del training autógeno, no precisa el empleo de la sugestión (aparte de los matices que veremos mis adelante).

A propósito del silencio, ya he avanzado lo que supongo que es, de acuerdo con Vittoz, un cierto "metabolismo de las acciones y pasiones" (de los input y output): lo que un organismo determinado recibe y emite. El organismo se percibe y se concibe como una unidad distinta de aquello que lo rodea. La unidad [22]   sólo es concebible en términos de estructura centrada; se trata de un complejo de sub unidades: la estructura que las une y las articula da cuenta de un determinado orden espacio temporal; si no se reduce a un agregado sin sentido, la estructura tiene que estar centrada. La distinción del organismo y del medio implica una frontera selectiva: supone una barrera, pero también un sistema de intercambios entre el medio englobado por la frontera y el que la circunda. El desequilibrio cualitativo, cuantitativo o el de ambos entre los elementos que penetran y los que salen explica el crecimiento y la decadencia del organismo. Las sensaciones mismas se conciben entonces como verdaderos alimentos, susceptibles, no obstante, de desequilibrarlo, si existe un exceso. La sensación debe "metabolizarse" en el interior orgánico de una manera conveniente, a fin de que pueda beneficiarle. Por eso Vittoz aconseja numerosos ejercicios de "receptividad sensorial" que, a mi entender, son útiles al principio de la sesión de yoga (ejercicios individuales) o durante la expresión corporal que sigue al yoga propiamente dicho (ejercicios de grupo). Vittoz explica que cuanto más pura, simple y exenta de "idea" sea la sensación, más integrable y nutritiva será para el sistema nervioso. Hay que tocar, ver, escuchar, oler y gustar: es preciso suscitar un estado de conciencia, no un estado de conocimiento. Se trata asimismo de coincidir con el instante presente.

Debe ejercitarse igualmente la receptividad con respecto al cuerpo con el fin manifiesto de lograr su unificación. Hay que "acoger" la sensación al realizar actos tan triviales como tragar, respirar, caminar (la "marcha consciente" ha sido revalorizada en lo que se denomina la "expresión corporal" al introducir en ella el elemento relacional, esto es, la mirada del otro) [23] .

Vittoz habla de "emitividad" cuando preconiza ejercicios de concentración aplicados, por ejemplo, a una parte del cuerpo para "insuflarle" energía y de este modo curarlo. Escribe: "La concentración bien hecha dará al cabo de pocos días una sensación peculiar que el enfermo podrá reconocer fácilmente. A veces es un picor; otras, una leve conmoción o la impresión de que la sangre se dirige hacia el lugar designado." Este "investimiento" tendría el poder de suprimir ciertas algias. He conseguido verificar el fenómeno en mí mismo:

Habiendo sido atropellado por una motocicleta, salgo del accidente renqueante, con un dolor muy intenso en la unión entre el tercio superior y el medio de la tibia (cara interna) de la pierna derecha. Un hematoma subperióstico, una pequeña herida y un edema que va del tobillo hasta el lugar de la lesión confirman la ‘objetividad' del dolor...

La misma noche del accidente hago el ejercicio de concentración sobre la zona dolorida. El dolor se hace más y más intenso, hasta el punto de que siento como si me diesen fuertes martillazos en el hueso donde se ha producido la lesión. No obstante, persevero en mi actitud de centración relajada, lo que exige un coraje paciente y sosegado. Poco a poco, el dolor se vuelve soportable y se atenúa hasta el extremo de lograr dormirme.

A la mañana siguiente y durante varios días, a pesar de que persisten el edema y otros signos objetivos del traumatismo, camino normalmente sin experimentar el mínimo dolor; éste reaparece (incomparablemente más débil) únicamente cuando palpo la zona lesionada.

La "imposición de las manos" que practican los curanderos se sirve quizá de un mecanismo análogo en algunos casos.

Deltheil, cuando menciona los éxitos terapéuticos del célebre Alalouf, estima que "su multiplicidad y su diversidad nos impiden explicar estos hechos por la feliz concurrencia de circunstancias fortuitas" y que "en consecuencia, la probidad científica exige aceptar la existencia controlada de estos hechos, legitimando la labor de critica positiva acerca del modo y el valor de su realización". "La observación de estas experiencias plantea el problema del mecanismo a través del que 'el influjo' parece comunicarse, a saber: la imposición de las manos." Recurrir a une hipotética "telecinesia" no es absurdo, pero sólo serviría para explicar el fenómeno en el caso de que las curaciones se hiciesen con personas ignorantes del acto del curandero o inconscientes (animal, niño, adulto en coma, etc.) [24] . No basta con invocar la "sugestión", palabra mágica con la que escondemos todos los fenómenos de interacción humana que desconocemos.

El dolor y la lesión, cuando alcanzan une cierta intensidad, obligan a meditar y reclaman del organismo un esfuerzo de unificación del sí mismo; negarse a hacerlo es acaso une de las principales causas de los trastornos funcionales o psicosomáticos. Un punto álgico funcional concretiza neurofisiológicamente la evitación psicoafectiva de un dato particular, vinculado a la historia del individuo y a la de sus relaciones. Centrada deliberadamente sobre ese punto, a un nivel ciertamente muy alejado, en apariencia, del problema causal (por cuanto se olvida la unidad del organismo y la metamerización es tanto psíquica como somática), la atención produce la reintegración, si no del sustrato psicoafectivo comunicable, al menos sí en lo que respecta a la economía global del elemento que se había aislado (es decir, que había adquirido une frontera y estaba sobrecargado de energía: véase Lewin) y solicitaba la reintegración por medio del dolor. Esta « reintegración » explicaría la desaparición del trastorno. Me refiero tanto a los trastornos histéricos como a las lesiones psicosomáticas y a las lamentaciones hipocondríacas. Los ejercicios serán más eficaces cuanto mejor se apliquen; y lo serán aún más si el individuo no tiene une tendencia exagerada a utilizar sus síntomas en el diálogo terapéutico. No deben prescribirse a la ligera los ejercicios de concentración, los cuales requieren un largo entrenamiento; en los enfermos gravemente "psicosomáticos" (Rectocolitis ulcerohemorrágica, úlcera de estómago, etc.) irán acompañados no sólo de un tratamiento 'médico' sintomático adecuado, sino asimismo de une labor psicoterapéutica que otorgue al paciente une cierta capacidad psicológica de integración con respecto a los conflictos de los que no dejará de ser consciente cuando se eliminen las afecciones somáticas; si no se observan estas precauciones, existe riesgo de suicidio [25] .

A. Soulairac y R. Kourilski [26] apoyan los criterios que he mencionado al hablar del "metabolismo" del organismo ensanchado, y su explicación del hecho psicosomático no difiere mucho de lo que acabo de exponer.

He tratado de verificar algunas veces la hipótesis de la concentración provocada por medio de la imposición de las manos. Transcribo el caso que dio resultados más espectaculares:

J.P. es una epiléptica; padece de cefaleas atroces que la hacen llorar durante una gran parte del día, y que, al estar su enfermedad perfectamente equilibrada por una medicación apropiada, son la única razón de que permanezca en el hospital. Como la medicación antálgica habitual, pese a administrarse con convicción, no acababa con sus dolores de cabeza, decido imponerle las manos y le advierto de que probablemente sentirá ‘algo' en su cabeza y que, a partir de ese momento, sus cefaleas dejarán de existir. Regresó a su casa liberada de sus dolores y sus lágrimas.

Tres años más tarde, no habla recidivas ... La simple "sugestión " no basta para explicar este caso, pues los medicamentos, por su parte, no habían "sugerido" la curación.

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Psychosonique Yogathérapie Psychanalyse & Psychothérapie Dynamique des groupes Eléments Personnels

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14 Avril 2008

 

 

[1] Con esta óptica, Barte (op. cit.) aproxima la yogaterapia a las experiencias de privación sensorial. Véase también M. Eliade. Techniques du yoga, Gallimard, 1948

[2] R. Desoille, op. cit., passim. Véase también J. Leuba, Psychologie du mysticisme religieux, Alcan, 1925.

[3] Esto es cierto en el hathayoga. Una técnica como la meditación trascendental muy a menudo permite alcanzar los dos objetivos, pues se prolonga hasta después de la 'curación' de los síntomas y posee gran eficacia y gran simplicidad. Conviene asociar, siempre que se pueda, el hathayoga y la meditación trascendental.

[4] E. Herrigel, Le Zen dans l'art chevaleresque du tir à l'arc, éd. P. Derain, Paris (mi gratitud a M. Boisot).

[5] P. Janet, De l'angoisse à l'extase, II, Alcan, 1928 (indice).

[6] Piéron, L'attention, en Nouveau traité de psychologie, de Dumas, vol. IV, cap. 1, Alcan, Paris 1935, pág 45. Asimismo Pradines, Traité de psychologie générale, cap. 2. Y también Burloud, Manuel, Hachette, 1948, págs 286 ss.

[7] Ibid.

[8] Ibid.

[9] Fraisse y Piaget, Traité de psychologie expérimentale, t. VI, PUF, Paris 1963.

[10] En el sentido de la Gestalt Psychologie.

[11] N. Humphrey, Les illusions visuelles, en "La Recherche", n° 25, 72, vol. 3, pág. 632.

[12] N. Humphrey (op. cit.) muestra que no solamente hay 'abstracción', sino también exageración de contrastes o 'caricatura' sistemática del objeto percibido. Véase Korzybski, Science and Sanity, ed. por Institute of General Semantics, Lakeville 1958.

[13] Véanse "Cahiers de la S.R.P.L.F.", t., I, nov. 1963, n° 3, págs. 25­29: R. Desoille, Rêve Éveillé Dirigé et LSD 25; t. I, n° 1, feb. 1963, págs. 4652: Stévenin y Benoit, Utilisation des psychotropes en psychothérapie.

[14] Katz, La méthode Vittoz: techniques, résultats, indications, "Cahiers de la S.P.R.L.F.", t. I, n° 3, nov. 1963, págs. 3040. Sobre el método Vittoz, cf. todavia P. Chauchard, Voluntad y sexualidad, Herder, Barcelona 1971, parte segunda; id., La educación de la voluntad, Herder, Barcelona 1973.

[15] B. Auriol y otros autores, Les béta bloquants en psychiatrie, "La nouvelle presse médicale", mayo 1972, I, 21. B. Auriol, Le problème des bétarécepteurs en psychiatrie, Memoria para el C.E.S. de psiquiatría, Toulouse 1970.

[16] Barte y otros autores, Congreso de Caen, ya citado.

[17] J. Henrotte, Yoga et biologie, "Atomes", n° 265, mayo 1969.

[18] En el texto francés, literalmente Du cóté de chez Laing, paráfrasis de la obra de M. Proust, Du cóté de chez Swann ("Pór el camino de Swann"). Nota del traductor.

[19] Cf nota 17.

[20] S. Lindquist, Die Methoden des Yoga, Lund 1932, según Eliade, op. cit., Techniques...

[21] G. Alexander ha creado la eutonia, cuya exposición ha publicado Digelman en éd. du Scarabée (C.E.M.E.A.), 1970. M. Feldenkraïs, La conscience du corps, Laffont, 1971. M. Olric, L'éducation gestuelle, E.S.F., 1967.

[22] J. de Coulon, La méthode Arcenciel, Privat. Toulouse. La corriente no dualista está menos representada en Occidente que en Oriente. No es un azar que Teilhard de Chardin haya frecuentado mucho el Oriente. Numerosos científicos y filósofos lo rechazan no solo por su perfil espiritualista y por su ‘ignorancia' de Kant; asimismo los pensadores tradicionales cristianos lo condenan por algo más que por su aspecto muy immanentista y su 'ignorancia de Tomás de Aquino: para unos y otros, su crimen se basa sobre todo en haber abolido la frontera que separa el ama del cuerpo, la psykhe del soma, la conciencia de la inconsciencia, lo orgánico de lo inorgánico.

[23] "Ciertamente, la marcha es el deporte más natural, más simple, más beneficioso y menos caro. La bibliografía científica confirma ampliamente sus efectos físicos y psíquicos. La bicicleta es más saludable en personas aquejadas de artrosis de la cadera, pero la marcha es mejor para las que sufren de artrosis de la rodilla" (R. Begon, Marche et santé, "Colloque Sandoz" del 23372; C.R., "Inst. méd.", n° 5, mayo 1972, págs. 152ss).

[24] Testimonios precisos confirman, bien es verdad, el éxito de Alalouf y de otros curanderos, incluso en tales casos. Véase P. Deltheil, Thérapeutique et télékinésie, Ferrière, Montréal d'Aude 1937.

[25] J. Mynard, E.M.C., 37470 A 10 (5) 1967.

[26] A. Soulairac y R. Kourilsky, Adaptation et agressivité, PUF, Paris 1965, págs. 121ss.