EL YOGA Y EL ENFOQUE TERAPÉUTICO OCCIDENTAL
CAPITULO SEGUNDO
Como señalaba Filliozat [1] ,
el yoga es más célebre que conocido. Tanto en la representación que de él
nos hacemos como en la práctica que poseemos al respecto, se muestra falsificado,
desnaturalizado, tergiversado. Lacheny [2]
observa que su aparición y su implantación después de la segunda guerra mundial
pueden explicarse por la evolución de nuestra sociedad. El cuerpo se ha redescubierto
hacia finales del siglo XIX y principios del XX.
El racionalismo concedía la máxima importancia al conocimiento
intelectual; ahora bien, ciertos movimientos filosóficos empiezan a concebir
lentamente la necesidad de una comprensión corporal directa, como ocurre con
el vitalismo de Bergson; o se descubren las posibilidades del cuerpo: la danza,
los deportes, el naturismo, la expresión corporal.
La etología hace salir al sabio de su laboratorio, obligándole
a situarse en el mundo y a abandonar su etnocentrismo. Tiene que reconocer
la "alteridad" de los valores propios de los pueblos estudiados.
La ecología le impele a reconsiderar los criterios demasiado parciales o fragmentarios.
La medicina se vuelve psicosomática y algunos pensadores
miran hacia el oriente: C.G. Jung, R. Rolland, R. Guenon, etc.
Tras la segunda guerra mundial, el pensamiento occidental
se halla quebrantado, y, en consecuencia, es susceptible de "recibir"
sin juzgar.
|
Por otro lado (y este hecho, paradójicamente, va a asegurar
la difusión del yoga), se perfila un proceso de uniformación que engendrará,
por contraste, una necesidad de individualización. Dicha necesidad va a traducirse
a menudo en la búsqueda del éxito social: es la época de los métodos de "triunfar"
(el pelmanismo, el Instituto Dynam, el Método Borg, los Cursos Carnegie, etc.)
que se basan en el voluntarismo.
La civilización del metro‑trabajo‑catre‑porno pronto
será insuficiente para el hombre asfixiado por los automóviles y la promiscuidad
de las grandes ciudades, extenuado por la carrera consumista y el compás del
trabajo e incluso del ocio. Desde el punto de vista religioso, los cristianos
desafectados de su mística se ven abocados a la "búsqueda" de una
vía espiritual.
La encuesta realizada por M. Lacheny sobre las motivaciones
(del profesorado y de los alumnos) es coherente con el substrato histórico
que acabamos de citar.
El yoga es un fenómeno urbano [3] que,
a partir de algunos intelectuales, se ha difundido a todas las capas sociales
(tabla 3).
Obreros |
4 % |
Empleados, comerciantes, técnicos
medios |
34 % |
Profesiones liberales y técnicos superiores |
28 % |
Sin profesión |
34 % |
Tabla 3 : Práctica según la clase social |
Se practica el yoga como una búsqueda de lo sagrado, como
tratamiento psicosomático y como método de obtener el "éxito" (realización
personal).
Las diversas motivaciones implican una separación progresiva
entre las formas de yoga principalmente orientadas en torno a la "búsqueda"
del absoluto (las grandes organizaciones como la meditación trascendental,
el raja‑yoga del conocimiento,
los discípulos de Krisna), y los adeptos del hatha-yoga, cuyo objetivo es,
sobre todo, psicosomático (Federación nacional de practicantes del yoga, Federación
francesa de hatha‑yoga, Federación de yoga bajo
control médico, etc.).
1. El complejo de Baal
A falta de un reconocimiento oficial de esta disciplina,
los profesores de yoga se erigen en tales a capricho de sus necesidades o
de sus deseos: entre ellos se encuentran personas inteligentes que están en
paro, fanfarrones ambiciosos, charlatanes de toda laya; la televisión ha proporcionado
algunos ejemplos. Existe, por fortuna, cierta gente seria, competente y preocupada
por dar una imagen del yoga menos violentamente extraña. Deploro, no obstante,
que muchos de ellos se presten a disputas muy poco consonantes con el principio
no competitivo que es fundamental en la materia. Se sabe que las federaciones
más conocidas y representativas se han peleado hasta el punto de que su fusión
no ha podido consumarse todavía (1977). A este propósito, nos vienen a la
memoria las incesantes disputas en el seno del movimiento psicoanalítico.
Estas técnicas persiguen la realización del hombre e incluso
su superación. Cabe preguntarse si sus protagonistas no esconden como motivo
principal el deseo de superar a los demás con la afirmación totalmente pueril
del valor absoluto de sus respectivas doctrinas. Habría que conjeturar si
muchos de ellos no son víctimas del complejo de "Baal", ese dios
falso que exige el sacrificio de un recién nacido para garantizar el poder
y el éxito.
El que viene a pedir un poco de luz sobre si mismo, una
ayuda en medio de la angustia, un sentido para la vida, se comporta como esos
patos que apenas nacidos siguen el primer objeto móvil que aparece en su campo
visual: pata, gallina o pequeño tractor (Lorenz). El profesor de yoga divinizado
por sus clientes, quienes le identifican con la `Verdad' misma, no tenderá
a tenerse por una encarnación de ella, y a "creérselo"?
Sin religión ni dogmas, Baal dejaría de ser Baal; pretende
ser como Yahveh, por encima de todos los dioses: en consecuencia, excluye,
anatematiza, recrimina, arroja a las tinieblas de la ignorancia, del error
y de la desviación a todos los demás dioses falsos, a los Baal‑2, Baal‑3, etc.
II. El modo
en que el yoga actúa como terapia
Martin [4] insiste
en la actual multitud de orientaciones y técnicas de la psicoterapia, pero
cree poder enunciar tres principios a modo de mínimo denominador común:
1. Incremento de la "conciencia"
del enfermo (insight).
2. Experiencia emocional del cambio.
3. Importancia fundamental de la relación médico ‑ paciente, en
la que el primero debe dar prueba de comprensión "empática" y prescindir
de las actitudes de enjuiciamiento y de las soluciones que se dan hechas.
La yogaterapia implica evidentemente y como condición necesaria
(aunque no suficiente) el último punto. Por lo que respecta a los dos primeros,
en ocasiones, la toma de conciencia permanece informulada y a menudo es difícil
de formular, y concierne tanto a las experiencias corporales como a las relaciones
interpersonales; por otra parte, se favorece la experiencia emocional del
cambio en detrimento de una conceptualización de los mecanismos y conflictos
realizada por medio del silencio y de la atención constante al momento presente.
En cuanto terapia no verbal, la metodología del yoga difiere
de todas las formas de psicoterapia verbal. Por sus mecanismos de acción,
está más bien emparentada de manera analógica con la psicoterapia no directiva
de Rogers. Tras poner en evidencia los trastornos y las energías de que se
trate (toma de conciencia) y después de su descarga catártica (ejercicios
de semántica general y de expresión corporal al final de la sesión), esta
técnica posee un objetivo y una acción constructiva: no se limita a intentar
poner de manifiesto las estructuras "patológicas" para luego destruirlas,
sino que, además, consigue edificar una estructura armoniosa de las energías
presentes, y, todo ello, no al término de la cura, sino en el curso de la
misma.
Sin actitud moralizadora, incita al individuo a asumir su
propia terapéutica y, para rendir al máximo, exige que el conjunto de la institución
o del equipo de asistencia comprenda el interés y el valor del diálogo sobre
todos los medios puestos en práctica [5] para
ayudar al enfermo: psicofármacos, ergoterapia, socioterapia, psicoterapia
verbal y no verbal.
Por otra parte, la armonización y regulación biológica del
sistema neuroendocrino resultantes de las posturas y del control respiratorio
no solamente libran al paciente de los trastornos neurovegetativos y funcionales
(que acompañan con frecuencia, cuando no siempre, al malestar "psicológico"
o "neuropsiquiátrico"), sino que favorecen el empleo pragmático
de sus energías.
Puesto que la "enfermedad mental" depende de varios
factores, es aconsejable utilizar una terapia que conste de varios niveles [6] .
Sugerimos, en todos los casos, que la psicoterapia verbal vaya acompañada
por la práctica de una forma de yoga (hatha‑yoga y meditación
trascendental, especialmente).
Es preciso ser consciente, como ha escrito Desoille [7] ,
de que "Io capital no es comprender con detalle la naturaleza y el origen
de todos los sentimientos del paciente, sino, sobre todo, permitir que los
reflejos mal adaptados (esto es, los esquemas estereotipados de reacción a
las personas y ante los acontecimientos) se vayan extinguiendo, y se construyan
y afiancen nuevos estereotipos dinámicos".
Según esta idea, la yogaterapia de grupo, tal como la concebimos,
sólo permite muy imperfectamente la inteligencia de lo que sucede, sobre todo
desde un punto de vista etiológico, y no estima que la búsqueda de la comprensión
sea esencial. A partir de las posibilidades que el paciente reconoce, se limita
a exponerle otras dimensiones de experiencia y acción, otras "actitudes",
a la vez motrices, estéticas y viscerales, y distintas vías de expresión que
el lenguaje, el cual a menudo, es el vehículo de la mayor parte de los trastornos
de relación a los que se intenta encontrar una salida.
Este método trata de facultar al paciente para crear o integrar
"nuevos estereotipos dinámicos", que habrán de ser aceptables en
la medida en que él se los hace suyos y no se le imponen de manera coercitiva
o sutil. Trata, sobre todo, este método de suscitar su creatividad para que
sea más o menos capaz de abandonar, cuando lo estime necesario, cualquier
estereotipo anteriormente adquirido, valorando la situación que se presente
como nueva para descubrirse siempre nuevo ante situaciones que nunca son idénticas.
III. Yoga
y psicoanálisis
“Por lo general, en la terapia de grupo", declara Schindler,
"deberá preferirse una técnica analítica, puesto que es el único método
capaz de producir un cambio estructural" [8] .
¡ Esto si que es incurrir en la enfermedad semántica por
excelencia [9] !
Se presupone, en principio:
1. Que es preferible un cambio estructural (en numerosos casos, por cierto, es bastante fácil convenir en ello).2. Que sólo las técnicas analíticas podrán conseguirlo.
Ahora bien, nada prueba que no se puedan obtener cambios
estructurales pasando por alto la palabra, los conceptos o el análisis. Ni
tampoco que las modificaciones "estructurales" descritas por el
psicoanálisis sean las más interesantes ni las más esenciales, y tal vez ni
siquiera que correspondan de forma suficientemente adecuada a una realidad
"organísmica".
1. La posición de Freud
Freud escribe [10] :
"Uno de mis amigos, al que una
insaciable curiosidad ha impulsado a conocer las experiencias más extraordinarias
y a quien ha terminado haciendo omnisciente, me ha asegurado que, al practicar
el yoga, es decir, al apartarse del mundo exterior, fijando la atención en
ciertas funciones corporales y respirando de un modo especial, se llega a
despertar sensaciones nuevas y un sentimiento de universalidad. Consideraba
que estos fenómenos eran la expresión de un retorno a los estados originales,
desde hace mucho tiempo superados, de la vida anímica; veía en ellos la prueba
fisiológica, por así decirlo, de numerosas aserciones de la sabiduría mística.
Sería oportuno conectarlos aquí con otras modificaciones oscuras del alma,
como el trance o el éxtasis, pero yo, por mi parte, experimento la necesidad
de exclamar, al unísono con el buceador de la balada de Schiller:
"Alégrese quien respira en la luz rosada."
Sorprende hallar en un hombre de ciencia como Freud una
critica tan sumaria y tan carente de matices y argumentos, y tanto más cuanto
que, a través de la chanza ("omnisciente"), me parece percibir una
admiración sincera ("las experiencias
más extraordinarias"). El texto, por otra parte, de ningún modo pone en
duda las afirmaciones del amigo (Romain Rolland). El rechazo mediante una
pirueta de una declaración tan llena de posibles consecuencias me da que pensar.
Al parecer, Freud se apoya únicamente en la oposición entre la "oscuridad" de las
"modificaciones del alma, como
el trance o el éxtasis" y la luz "rosa", que le parece mis alegre. La negativa a interesarse
por el "sentimiento de universalidad", que constituye el fundamento,
entre otras cosas, de la capacidad de abstracción, de la angustia existencial
y de todos los problemas "metafísicos", corresponde, en mi opinión, al rechazo de las experiencias
primordiales, originales, que todos hemos conocido (creo yo) en un cierto
momento de la vida. Tal vez las experimentamos a los 7 años, con ocasión del
tan cacareado "periodo
de latencia" (véase Piaget: estadio de aparición de la reversibilidad
de las operaciones relacionadas con los objetos concretos). Todos admitirán
que esos problemas metafísicos están ligados muy racional y afectivamente
a la posibilidad que esta época conoce de concebir la muerte, la muerte propia,
el paso del tiempo [11] ,
etc.
La negativa a tomar en consideración este tipo de experiencia,
que la literatura post - freudiana tiende a explicar según esquemas a ‑ específicos
y reductores, constituye quizá un primer enfoque explicativo de la tendencia
"imperialista" y "pontifical" del psicoanálisis.
Al proseguir la lectura de la misma obra de Freud, mi punto
de vista parece hallar cierta confirmación. En primer lugar, declara que "la
felicidad significa la satisfacción de los instintos", extrayendo de
este aforismo las consecuencias que veremos más adelante a propósito del yoga.
Pero primero examinemos esta definición de la dicha: satisfacción de los instintos.
Aceptado, pero ¿qué instintos? Hasta tal punto soy consciente de mi propia
complejidad que mucho temería olvidar alguno: sospecho que Freud no creía
haberlos descubierto todos, ¡ahí es donde el zapato le apretaba! ¿Se me puede
demostrar que no existe un instinto, en especial un instinto específicamente
humano y orientado hacia algo difícil de nombrar, sin hablar de sistemas religiosos
o filosóficos que acaso están destinados a darle una respuesta? Se me concederá
que abundan las razones para hablar de un "instinto de felicidad",
aunque queda claro que se trata de algo definido por la satisfacción (la felicidad)
de los instintos. ¡Definición discutible, en la limitada concepción de Freud,
que se transforma en un circulo vicioso al ser corregida!
Prosigue de este modo su demostración:
"Puesto
que la felicidad significa la satisfacción de los instintos, si el mundo exterior
nos deja en la indigencia y se niega a saciar nuestras necesidades, surge
una nueva causa de arduos sufrimientos. Así, pues, cabe esperar que, actuando
sobre esas mismas necesidades instintivas, nos liberamos de una parte del
sufrimiento. Este procedimiento de defensa ya no se dirige contra el aparato
de la sensibilidad, sino contra las fuentes interiores de necesidades para
tratar de adueñarse de ellas. Llevado al extremo, lo consigue matando los
instintos, como enseña la sabiduría oriental y como lleva a cabo la práctica
del yoga. Triunfar, en este campo significa evidentemente abandonar al mismo
tiempo todo tipo de actividad (sacrificar la vida) y no conquistar de nuevo,
por otra via, más que la dicha de la quietud."
Que yo sepa, el sistema de Freud no explica en ninguna parte
de dónde sacar la energía necesaria para "matar los instintos".
Y bien, ¿dónde sino en otro instinto más fundamental, central, original, más
específicamente humano que todos aquellos sobre los que prevalece? Freud,
por supuesto, no niega la posibilidad de esta matanza de instintos y saca
incluso la conclusión: " ¡la dicha de la quietud! " Paso por alto
las afirmaciones gratuitas, como que "sacrificar la vida" (¿qué
tipo de vida?) "signifïca abandonar al mismo tiempo cualquier otra actividad":
Buda, el modelo de todos los orientales que ha emprendido la vía de que habla
Freud, ¿permaneció inerte después de su iluminación? ¿Y Gandhi? Y el conjunto
de los grandes maestros espirituales del cristianismo, del zen, del Islam,
que escogieron "morir para si mismos", ¿acaso abandonaron sistemáticamente
la acción en el mundo? Decir eso es conocer mal la historia, o interpretarla
con demasiada rapidez [12] .
Declarar que la finalidad del yoga es matar los instintos
y que así lo consigue constituye una afirmación gratuita que dista mucho de
Io que enseñan los maestros.
2. La posición de Aurobindo
Escuchémosle:
"Aún sois
conscientes de la conciencia más física: sucede así con casi todo el mundo.
Cuando se penetra en ella plena o exclusivamente, se percibe que es como la
de un animal, sea oscura y agitada, sea inerte y estúpida, pero, en ambos
casos, cerrada a lo `divino'. Sólo aplicándole la fuerza y la conciencia superiores
se le podrá cambiar esencialmente. Cuando esos movimientos se presenten, no
os dejéis trastornar por su aparición, pues comprended que surgen para ser
transformados. "
El mismo autor escribe:
"Siempre
se debería comenzar por una experiencia positiva y no por una negativa, y
hacer que algo de la naturaleza divina descienda sobre las partes que deben
modificarse en el ser consciente. Una vez realizado esto de manera suficiente
y cuando ya existe una firme base positiva, pueden alzarse sin miedo los elementos
adversos ocultos en el subconsciente para destruirlos y eliminarlos con el
poder de la tranquilidad, de la luz, de la fuerza y del conocimiento `divinos'."
Pero no hay que creer que se trata de destruir instintos
hasta su raíz. Es cuestión, únicamente, de eliminar y destruir ciertas especificaciones,
ciertas modalidades precisas de esos instintos para utilizar mejor la energía,
de la que son vehículo.
Por otra parte, Sri Aurobindo [13] escribe
‑ un poco rápidamente ‑ las siguientes líneas: "Vuestra práctica del
psicoanálisis era un error; al menos por un tiempo, ha dificultado y complicado
la labor de purificación. El psicoanálisis de Freud es lo último que debería
asociarse con el yoga [14] .
"El primero
se apodera de una cierta parte de la naturaleza, la más sombría, peligrosa
y malsana: la región subconsciente del vital inferior. Aísla sus fenómenos
más mórbidos y les atribuye una acción desproporcionada a su verdadero papel
natural...
"Es
cierto que el subconsciente es la parte más importante de la naturaleza humana
y la que esconde el secreto de los dinamismos invisibles que explican sus
actividades en la superficie. Pero el subconsciente vital inferior, que es
todo lo que el psicoanálisis de Freud parece conocer (y de él, poco más que
unos cuantos rincones mal iluminados), no es nada más que una porción limitada
y muy inferior del conjunto subconsciente. El yo subconsciente se sitúa detrás
y sostiene a todo el hombre superficial; encierra un ente mental, más amplio
y eficaz, tras el ente mental de superficie, un ente vital más vasto y poderoso
tras el superficial, una conciencia física más sutil y más libre tras la existencia
corporal de superficie, etc..."
No puedo dejar de pensar que hubiese estado bien que Sri
Aurobindo se hubiera hecho psicoanalizar antes de creerse con derecho a ser
tan categórico. Es como volver a la idea de que aquel a quien los discípulos
llaman "maestro" acaba por creerse en posesión de la ciencia infusa...
3. Ciencia, yoga y psicoanálisis
El yoga y el psicoanálisis son científicos en el mismo grado
y casi de la misma manera. En ambos casos, se trata de una práctica subordinada
a una teoría relativamente secundaria. Comparten una misma secuencia temporal:
larga confrontación con el guru o el analista investidos de un poder y un
saber absolutos, cuya forma modesta y real consiste en hacer estallar las
ilusiones alienantes con respecto, entre otros, al saber y al poder en general.
Ambos hablan de energía, pero ninguno de los dos se procura
los instrumentos necesarios para medirla, ambos poseen un origen aristocrático
e individualista y los dos son objeto de sarcasmo y evocan la magia, el esoterismo,
lo inconfesable y lo subjetivo, a juicio de los sectarios de la ciencia. Uno
y otro disponen de explicaciones potencialmente extensivas a todo lo humano,
dando pruebas de ostracismo y de imperialismo con respecto a las teorías o
disciplinas cuyo objeto es el mismo, pero cuya conceptualización y vías prácticas
difieren de ellos.
El yoga rechaza injustificadamente el psicoanálisis, del
mismo modo que el psicoanálisis repudia sin justificación el yoga.
Se excluyen recíprocamente en algunos puntos esenciales
a los ojos de sus protagonistas, de igual manera que se excluían la teoría
corpuscular y la teoría ondulatoria de la luz, a pesar de que cada uno de
ellos es indispensable para explicar ciertos fenómenos en el momento mismo
de su contradicción. En el aspecto sociológico, ambos dan lugar a la creación
de una especie de religiones, con sus dogmas, su revelación, sus intérpretes
autorizados, su iniciación y sus excomuniones. Se denuncia a los heréticos,
se les quema o se los admite como a pobres y débiles vecinos que han dado
la espalda a la luz verdadera. Parece que pasará mucho tiempo antes de que
las diferencias y las similitudes consigan generar una síntesis. Pienso que
este hecho es deplorable al considerar los inauditos progresos que produciría
ese trabajo.
De todas formas, se debe distinguir, en una medida más o
menos importante y aún sin determinar entre:
a) las técnicas basadas en el equilibrio psicosomático (del
tipo training autógeno, eutonia, metodología vittoziana, yogaterapia, reeducación
psicomotriz, expresión corporal, bioenergía, etc.);
b) las basadas en la utilización de las imágenes mentales
(R.E.D. en particular);
c) y las basadas en la utilización del intercambio verbal
(psicoanálisis, rogerismo, etc.).
Como nosotros la entendemos, la yogaterapia no solamente
utiliza lo menos posible la palabra, sino que pretende intentar, más o menos,
que el paciente prescinda de ella provisionalmente (ejemplo: silencio verbal,
motor y de ideación), para evitar verse tan asumido en los condicionamientos
socioafectivos y culturales transmitidos por el habla, tendentes a sustituir
a les restantes sistemas de comunicación con uno mismo y con los demás. Dicho
de otro modo, en la medida en que la ecuación verbo ‑ fantasma sea
una realidad, se trata de abolir el primer término, o más bien de desmitificarlo,
al objeto de arrebatar al segundo una parte de su poder cuando se ha descubierto
que éste es patógeno.
R. Major ha señalado que el pensamiento freudiano [15] contiene
bastante explícitamente esta ecuación: "Si bien les fantasmas combinan
Io vivido, oído y visto per el paciente, se forman a partir de las cosas oídas. " Esta valoración freudiana
de Io "oído" no se puede atribuir únicamente a los primeros escritos
psicoanalíticos, sino que es constante y está presente hasta el final de su
obra. "La labor de la función del lenguaje", escrita en el Compendio,
"consiste en aportar el material al yo, en estrecha conexión con les
vestigios mnemónicos de las percepciones visuales, pero más particularmente
de las auditivas".
No conviene resumir la problemática yoga ‑ psicoanálisis
a estas pocas citas y comentarios: la corriente psicoanalítica ha producido
una literatura considerable y elaborado puntos de vista muy diversos, mientras
que la corriente yóguica, en cuanto al volumen e interés de los documentos,
no tiene nada que envidiarle. El término "yoga" posee múltiples
connotaciones; el único punto constante de su empleo es que constituye una
disciplina que concierne a la "realización humana" y que postula
diversas vías de concentración mental y distintos ejercicios ascéticos y místicos
que toman en cuenta la globalidad del organismo humano y su solidaridad con
el cosmos. En ese sentido, la literatura al respecto es tanto oriental como
occidental, según los mismos autores hindúes de esta época, que, entre los
grandes yoguis, incluyen a Juan de la Cruz, a Teresa de Ávila y a Ignacio
de Loyola [16] .
El yoga es una vía práctica y auto-experimental en la que
el teórico es al mismo tiempo el objeto de su estudio y el sujeto que regula
las condiciones de la experiencia. En ese aspecto, es comparable a ciertas
formas de autoanálisis. La disciplina pretende descubrir "hasta dónde
se extienden las zonas condicionadas del ser humano para ver si todavía existe
algo más allá de estos condicionamientos" [17] .
Este explica que, mucho antes que la psicología profunda, los ‘sabios' y los
ascetas hindúes se hayan visto inducidos a explorar las zonas oscuras del
inconsciente: habían comprobado que los condicionamientos fisiológicos, sociales,
culturales y religiosos eran relativamente ' fáciles de delimitar y, en consecuencia,
de "dominar". Los grandes obstáculos nacían de las "latencias",
potencias inconscientes cuya actualización puede asediar al hombre que busca
su liberación.
Desde entonces, se trataba de "quemarlas", esto
es, de sublimar su energía. Todo Io que es devenir, por cuanto no es permanente
y está abocado a la muerte, es no‑ser: el yoga
intenta superarlo y escapar del ciclo vida ‑ muerte en un
no - tiempo, no ‑ duración y no ‑ espacio. Todo
sufrimiento, angustia, enfermedad, tiene su fuente ontológica en el carácter
efímero de todo Io observable en nosotros y fuera de nosotros, a menos que
la manipulación de lo efímero le arrebate su poder.
4. El yoga y la "realidad"
Si nuestra conciencia coincide con el no ‑ movimiento,
el silencio ‑ pleno, el vacío ‑ totalidad,
podremos unirnos al no - movimiento, al silencio ‑ pleno, al vacío
‑ totalidad que supuestamente reina en el fondo del
cosmos. Aunque la analogía sea evidente, no se puede reducir este problema
al de la castración. Hay más elementos en el problema de la muerte, y este
tema se plantea en otra época de la evolución infantil: a la edad en que puede
adquirirse, justamente, la idea de la muerte, de la reversibilidad de la vida,
y que me permite ser ahora distinto que hace cinco minutos, garantizándome
así la posibilidad de ser libre, y anunciándome, con todo, que un día dejaré
de existir, al menos como elemento de este mundo de la percepción, mundo que
coincide con la totalidad (?) de lo que puedo llegar a conocer, a menos que
las afirmaciones de les místicos y profetas no tengan con la experiencia real
una relación de naturaleza diferente a la de todos les días, y a menos que
no me oculte a mí mismo esa experiencia que, de tener ellos razón, podría
yo realizar a cada instante.
Sea cual fuere la respuesta a estas preguntas, parece que
hay que plantearlas, si no se quiere desgajar una etapa necesaria de nuestro
propio desarrollo. Del mismo modo que no puedo saltar a pie juntillas el estadio
oral, anal o el complejo de Edipo, tampoco puedo eludir la doble toma de conciencia
vinculada al periodo de latencia: la reversibilidad de la vida, el sentimiento
de universalidad.
Aquí y ahora, si soy adulto y si nunca he podido hacerlo,
es preciso que me encamine hacia la conciencia de la vida que será muerte
y de mis posibilidades de sentir ‑ concebir lo universal... El
yoga quiere prepararme a ello, con tal de que yo Io desee y desee ser libre,
realizado y feliz. Es posible que la cura analítica "lograda" esté
sustentada, siempre por un movimiento progresivo que entabla un juego dialéctico
con el proceso regresivo que la misma técnica pone en marcha. Que una curación
mediante el proyecto sea posible
explicaría la evolución sorprendente de muchos místicos, cuyas estructuras,
muy definidas y marcadas, desde un punto de vista psicopatológico, han evolucionado
inesperadamente (si nos ceñimos a los conceptos psicoanalíticos) hacia un
equilibrio, una energía, una espontaneidad y una libertad de que sólo se les
creería capaces después de una larga y aleatoria psicoterapia.
En un intento de comprender el fenómeno del yoga, Schultz
escribe:
"Considerando
desde un angulo medicopsicológico, se tiene la impresión de que el yoga ha
surgido al final de una hipocondría gigantesca y hasta cósmica, y no sólo
porque los antiguos textos prometen a cada ejercicio la inmunidad contra las
heridas, enfermedades y venenos, sino también porque esas extrañas experiencias
de "retener" el aliento e incluso de hacer que el esperma vuelva
atrás en el momento del coito (o, en el caso de la "yoguina", de
hacer lo mismo con las reglas) son de tal naturaleza que nos hace sospechar
que se trata de tentativas primitivas de retener "la vida", la "fuerza
vital" [18] .
¿Hay que aceptar este análisis de Schultz? En primer lugar,
¿qué significa el término hipocondría? P. Sivadon, en el Vocabulaire de la psychologie, da la definición
siguiente:
"Afección
mental que se caracteriza por las preocupaciones obsesivas de un individuo
con respecto a su estado de salud. Víctima de penosas sensaciones subjetivas,
tiende a atribuirlas a trastornos orgánicos inexistentes y solicita constantes
cuidados."
Sin duda, el yoga busca la inmunidad contra la enfermedad
y, sobre todo, contra la muerte (que aquélla simboliza y augura), contra el
envejecimiento y el determinismo. ¿Quiere decirse que toda esa lucha contra
la relatividad, la temporalidad, el determinismo y la muerte es de origen
hipocondríaco? Si este es el caso, es preciso entender ese término en un sentido
muy amplio; se trata de la aguda conciencia del carácter limitado de mi libertad,
de mi dicha, de mi influencia sobre el desarrollo temporal de mi vida, de
mi impresión personal de que nunca soy perfectamente dichoso, por muy alta
que sea la cima actual de mi satisfacción, puesto que mi dicha presente, por
muy grande que sea, está abocada al fracaso que representa mi muerte (fracaso
que existe también para el cosmos, cuyo fin puede ser imaginado como un cataclismo
‑el fin del mundo‑‑ o como una
extinción progresiva: el enfriamiento del sistema solar).
Entre los 6 y los 14 anos de vida, el hombre, capaz de dominar
las pulsiones orales, anales y genitales, aprende vitalmente que el tiempo
existe, que el ayer es diferente que el hoy, que el mañana será distinto,
que la muerte no es una simple ausencia, que su ser existe como sujeto permanente
de experiencias sucesivas, que ese "yo" no puede existir más que
por y para un "mí mismo" con poder de aprisionarle si se identifica
con él...
En esa época comienza a experimentar la angustia de las
preguntas sin respuesta: ¿por qué ahora es ahora y hace poco era también ahora?",
¿por qué no quiero lo que hago y no hago lo que quiero?", ¿por qué es
preciso sufrir y morir?"
¡Angustia existencial, preguntas metafísicas! ¿De qué me
sirve dominar el mundo y saber lo que he aprendido en los estadios anteriores
de mi vida infantil, si no sé ser ni la razón de existir, de dónde vengo ni
adónde voy? Hacer aquí y ahora, de acuerdo: pero ¿por qué hacerlo? La concepción
psicoanalítica del hombre responde al primer interrogante, pero parece olvidar
el segundo; ¡y sin embargo se habla incluso de "latencia"!
Es probable que la angustia generada por esta (estas) pregunta
sea la causa fundamental del desarraigo ante la vida, de la inadaptación,
de los conflictos individuales, de las guerras. Es posible que sea así si,
en vez de dar una respuesta a cada instante, busco, en mi ser fenoménico,
en mi yo histórico y determinado, recursos de los que carece: sobrevendrá
entonces la regresión, tanto más perjudicial y visible cuanto que la estructuración
de mi ser será insuficiente y estará dislocada; sobrevendrá la enfermedad
psicosomática, la psicosis, la neurosis, la huida hacia el placer exento de
significación, la acumulación de poder, dinero, experiencias vacías, territorios,
influencia y prestigio; surgirá la sociedad de consumo, la dictadura, la colonización,
el subdesarrollo, la explotación, la guerra, la contaminación y la muerte
del individuo y de la humanidad.
Me parece oír ya las ‘defensas' que el lector me opone:
alguno incluso habrá cerrado ya el libro ("pensé que se trataba de una
obra de psicoterapia y recibo una lección metafísica").
Para reflexionar con serenidad sobre estos temas, acaso
haría falta "la buena voluntad de hacerse semejante a un niño y abandonar
lo antiguo por lo nuevo; la dicha de traspasar los falsos limites y el júbilo
de verlos desaparecer" [19]
5. Yoga y despersonalización
Ciertamente, todo esto tiene más que ver con la despersonalización
que con la hipocondría, y me creo obligado a estudiar ahora este aspecto.
En efecto, la relajación en general, al igual que el yoga,
puede hacernos acceder a estados de "despersonalización" [20] .
Este término define un estado particular del organismo,
que lleva a una persona a experimentarse como si se transformara, y a experimentar
el mundo como algo cambiado, artificial y extraño, por no decir ilusorio.
La hipótesis, a menudo expuesta por el pensamiento hindú
o budista, afirma que el mundo de los fenómenos es real únicamente porque
nos aferramos, nos adherimos a él. La realización del ser, de lo esencial,
exigiría, por tanto, verificar una toma de conciencia estable de ese carácter
ilusorio asi como de la mera ilusión que representan el pensamiento, la imaginación
y los sentimientos que conforman el universo interior. Así pues, la despersonalización
parece ser uno de los objetivos del yoga. Si esa finalidad posee algún valor,
conviene precisar todo lo posible esa noción de despersonalización y comprobar
si necesariamente constituye un estado patológico. De ser cierta esta conjetura,
el yoga no seria más que un camino real hacia la locura!
Amiel declara: "yo soy como si no fuese." La contradicción
nace de un inefable sentimiento de estar incompleto. Es la angustia profunda
vinculada a la puesta en duda de la realidad del sí mismo: el sujeto se contempla
como objeto y, al transformarse en él, cree perder su realidad de sujeto.
Se percibe como ser ‑ nada, como yo – no ‑ yo; al tratar
de captarme en la acción de hace un momento, cuando yo era el sujeto de la
misma, no encuentro nada, me veo ante mi acción como delante de la de algún
otro. Puesto que el yo, en cuanto yo, no puede ser contemplado, la no coincidencia
del yo y del mí mismo conduce a la afirmación de que el yo no es nada. Entiendo
por "mí mismo" todos los datos empíricos que forman el conjunto
de elementos constitutivos de mi organismo, corporal o psiquico. Cuando "yo
me miro", de hecho estoy mirando todo lo que, en mí, no es libertad instantánea,
sino proceso constitutivo de mi ser fenoménico.
Sartre hablará del "para sí" concibiéndolo como
habitado por la nada!
Este sentimiento de la nada en el vacío de lo más esencial
de mi conciencia de ser es angustioso en la medida en que ni quiero renunciar
a la conciencia de mi condición, de mi fallo, ni al deseo de plenitud, de
estar colmado, de dicha, de totalidad; ése es el mal de quien no acepta ser
libre y a la vez determinado, de quien no desea engañarse hasta el extremo
de creer que es perfectamente libre ni aceptar no serlo en absoluto.
A los ojos del psiquiatra, ¿cómo puede manifestarse concretamente
el estado de despersonalización?
En patología mental, H. Ey señala que la despersonalización
constituye uno de los aspectos más frecuentes de las psicosis delirantes agudas
y el punto de confluencia fenomenológico de sus síntomas. Según Follin y Azoulay,
aparece "en todos los momentos críticos que marcan las etapas evolutivas
de las psicosis crónicas".
Si se admite que las’psicosis agudas' y los giros evolutivos
de las ‘crónicas' están ligadas a acontecimientos "traumáticos",
quiere decir que cuestiono, duradera y angustiosamente, el valor de mi personalidad
ante una realidad que, de repente, se ha vuelto insoportable. Me miro (en
el sentido más pleno de la palabra) cada vez que la acción sobre el mundo
no ofrece ninguna solución y me doy cuenta, por tanto, de que debo actuar,
sobre la estructura misma de lo que soy para no sucumbir a la muerte, cada
vez que me es imposible existe una acción eficaz sobre el mundo, y siempre
que no existe posibilidad de que entre mi deseo y mi frustración se entable
un compromiso.
Al término de este examen extremadamente esquemático de
la despersonalización según el prisma de la psiquiatría, conviene preguntarse
si el yoga no es la manifestación de la psicosis colectiva del pueblo hindú...
Pienso que todos mis lectores han vivido, por lo menos una
vez, la experiencia de uno u otro de los fenómenos enumerados anteriormente.
Debo señalar, por otra parte, que el training autógeno,
practicado por el individuo más ‘normal' del mundo, le permitirá experimentar,
con angustia o sin ella, fenómenos análogos. De hecho, el carácter fundamentalmente
humano de estos sentimientos se pone de manifiesto en el hecho de que la disminución
de la vigilancia o del tono muscular es susceptible de reproducirlos más o
menos fugazmente.
Se diría que el fenómeno de la despersonalización hace el
papel de bisagra entre la realidad y el sueño en el campo de la experiencia.
Para ser más preciso, sirve de eje entre el funcionamiento unificado del organismo,
que se plasma en la posibilidad de realizar su acción como persona distinta
del mundo, como ser que se concibe a sí mismo, en cuanto a su duración y en
cuanto a sus componentes espaciales (las partes del cuerpo), como una unidad
dinámica y estructurada (estado de vigilia), y un funcionamiento diferente,
en el que ya no soy dueño de mis pensamientos, que se independizan, y en que
mi imaginación se emancipa de mi tutela (el sueño). Puede evocarse aquí la
experiencia psicodélica, pero en ella está abolida la barrera entre el sueño
y la vigilia.
Se trata de un distanciamiento con respecto a la realidad
sobre la que renuncio a actuar y que decido percibir menos; se trata igualmente
de un abandono provisional de mi capacidad de unificar lo múltiple que me
constituye según un proyecto de existencia.
Las renuncias y abandonos provisionales e incompletos se
van configurando cuando me adormezco y empiezan a desaparecer cuando despierto:
es un estado entre la vigilia y el sueño. Si el fenómeno no se estabiliza
(neurosis de despersonalización), el individuo que es víctima de tal estado
dispone de dos soluciones:
1. Despertarse o dormirse por completo, Io que implica, por ende, reintegrar los estados habituales.2. Mecerse en una experiencia y un funcionamiento aún mas indiferenciados en que el sueño, el ensueño y la vigilia han perdido su especificidad: el electroencefalograma está mal diferenciado, la experiencia mezcla el sueño y la realidad en forma de alucinaciones, delirios e interpretaciones.
El training
autógeno nos ha enseñado que es posible dominar ese fenómeno: puedo
decidir que voy a despersonalizarme y asimismo optar por el regreso a un funcionamiento
'normal', puesto que puedo decidirme a hacer los ejercicios del training o
hacerlos sólo por un tiempo que determino previamente. Existiría, pues, una
despersonalización 'patológica': la que se me importe; y una despersonalización
sana e incluso beneficiosa: la que yo me permito.
Pero ¿cómo explicar la angustia frecuentemente inherente
a tal estado? A mi entender, se trata de la angustia de morir. En efecto,
ese estado se parece enormemente y sugiere profundamente lo que podemos imaginar
de la muerte. Se trata de un momento en que la persona se reduce al estado
de un cadàver, es decir, al de un ser que ya no es uno, sino multitud, polvo,
parcelación, fragmentación. Si el fenómeno de la despersonalización corresponde
a una "analogía de la muerte", no es sorprendente que quienes desean
comprenderla o triunfar sobre ella lo busquen sistemáticamente. Triunfar de
la muerte y comprenderla ¿no es el fin último de todo sistema religioso y
de gran número de sistemas filosóficos?
Convendría distinguir:
1. El estado entre la vigilia y el sueño. Es el abandono de la actitud activa o el retorno a la misma. Aunque constituye un estado generalmente muy breve, su duración puede prolongarse más o menos por todas las razones siguientes: bioquímicas (tranquilizantes), 'patológicas' (imposibilidad por parte de la experiencia de afrontar el mundo real traumatizante, y, al mismo tiempo, temor de abandonarlo en el momento de la muerte), terapéuticas ( training autógeno, ensueño despierto dirigido, etc.) o "espirituales" (meditación, distanciamiento con respecto a Io percibido y a Io que, en mí, percibe y reacciona). Ese estado intermedio puede conducir a un cuarto estado de conciencia estable que poseería algunas características del sueño (reposo) y algunas de la vigilia (conciencia vigilante). Ese estado podría dar lugar a momentos de conciencia sin contenido, conciencia de la conciencia (estado trascendental en el sentido kantiano). Este estado, en potencia, es propio de todas las edades [21] .2. La facultad de introspección (que por lo general no aparece hasta el séptimo año de vida) permite al sujeto que la experimenta adquirir un conocimiento reflexivo de ese estado siempre que el mismo se prolongue suficientemente.3. Al ser capaz de simbolizar la muerte, el estado irá acompañado de mayor a menor angustia (el miedo a morir), más o menos gozo y una variable cantidad de enseñanzas (si esta "pequeña muerte" es realmente análoga a la muerte, como he regresado de aquélla, soy inmortal con respecto a ésta; más aún, al dominar la angustia ante la analogía de la muerte, aprendo a dominarla también ante la misma muerte y ante todo lo que fundamentalmente implica: la duración, la vejez, la enfermedad, el sufrimiento, las privaciones, las impotencias, las frustraciones, etc.).
Podría suceder que dichas enseñanzas no sean sino una suprema
ilusión, siendo así que el renacimiento a otra vida es objeto de creencia,
un postulado optimista indemostrable. De todas formas, lo desconocido de la
muerte, su misterio, se nos aparece de este modo: "No podemos representarnos
la condición de estar muertos más que en relación con la vida misma, como
un más allá situado todavía en las categorías de la vida" [22] .
Al emparentar el yoga con la despersonalización, y no con
la hipocondria, me he visto abocado a hablar de la muerte. Hubiese surtido
el mismo efecto hablar de la vida, la inmortalidad, la libertad: la vida y
la muerte están ligadas y son tan indisolubles como derecha e izquierda, arriba
y abajo, delante y detrás, dentro y fuera, etc.; muerte e inmortalidad, en
otras palabras, muerte y no muerte, condicionamiento y libertad, mecánica
y yo [23] .
Creo que es totalmente posible analizar todo esto y descubrir
en ello raíces más antiguas y primitivas, como, por ejemplo, falo y castración,
retención y expulsión, incluso fusión y autonomía.
Admito que en todo ello existe continuidad; que, en efecto,
la muerte tiene algo que ver con la separación de la madre, con el estadio
anal y el estadio edípico; ahora bien, la problemática de la reversibilidad
de la vida, de la diferenciación del "yo" y del "mi mismo"
(en el sentido ya indicado), de la despersonalización vivida como tal y experimentada
en la angustia, no permiten que se les reduzca a esos fenómenos; los prolongan
y se dejan salpimentar por ellos, pero también los desbordan. Más que un sueño
de maduración, el período de latencia es el momento en que se descubre la
condición humana en cuanto tal: es entonces cuando se vive la necesidad de
morir en que nos hallamos, ¡a esa edad es cuando podemos saberlo! O, por lo
menos, se dan todas las condiciones para que lo sepamos. Pero hace falta que
se realicen, aunque la concepción de la muerte no se asienta del todo hasta
la edad de 9 años [24] .
La idea del suicidio es sumamente infrecuente por debajo de los quince años
(4 suicidios por millón de habitantes en los muchachos de edad comprendida
entre 10 y 14 años, y 1 por millón en chicas); a partir de los 16 años, los
porcentajes se multiplican por diez o por treinta.
Otros autores, en especial E. Milner, piensan que la idea
de darse muerte no aparece plenamente hasta la adolescencia (en mi opinión,
se trata de una fuerte reactualización): "En el marco de Io que se ha
convenido en llamar labor de la adolescencia, se produce la confrontación
de cada individuo con lo que es la ley de los hombres, es decir, la necesidad
de la muerte, uno de cuyos aspectos es la prohibición del incesto, o, en otras
palabras, la posibilidad de limitar el deseo propio. Es realmente el momento
en que se plantea el problema de la identidad personal, de la relación con
el propio cuerpo, con el nombre, con el lugar que se ocupa en la familia y,
asimismo, con la diferencia de sexos, en la perspectiva edípica que corresponde
a nuestra sociedad..." [25]
De igual modo, la muerte que se teme en el estado de despersonalización
es quizá la de las ilusiones, de las defensas, del desmoronamiento, en suma,
de lo que Reich llamaba la « coraza ». Este derrumbamiento, por
otra parte, es verdaderamente terrible para quien carece de un eje necesario,
de una "columna vertebral".
En nuestra experiencia de yogaterapia, no hemos permitido
o provocado que se prolonguen los estados de despersonalización en los 'enfermos'
a nuestro cargo. En la actualidad, me pregunto si esta precaución está justificada
y si la práctica es en verdad beneficiosa. Uno de los argumentos sería el
siguiente: en muchos casos, los ‘enfermos' lo son por haber temido excesivamente
la muerte (sea cual fuere la razón, fantasmal o no, de que se trate); ¿no
sería saludable una técnica que les permitiese revivir la analogía en un ambiente
tranquilizador? La técnica de verse muerto (shavasana) podría dar, practicada
en grupo, tan buenos resultados como otras más agresivas que se utilizan ampliamente.
En efecto, prescribir comas terapéuticos a base de insulina, electrochoques
con ayuda del curare, narcosis, etc., viene a ser lo mismo, aunque se trate
de procedimientos más técnicos y costosos, sin que siempre se sepa lo que
se hace y se actúe preferentemente según pautas metabólicas. El hecho de afrontar
la muerte, como sucede en la cura de insulina, en la tentativa de suicidio
y en los bombardeos (al parecer, en el curso de los mismos, muchos ‘esquizofrénicos'
se han curado), puede ser salvador. Creo que - sin duda en menor grado, pero
también corriendo menos riesgo ‑ una cura de
shavasana podría tener el mismo efecto [26] .
Encarar la muerte y, además, eludirla, puede suscitar la
angustia o curar del interrogante « ¿quién soy yo? » o conseguir las dos cosas. Los que han escapado a
la muerte después de haberla arrostrado (los "resucitados" de la
reanimación cardio-respiratoria, los supervivientes de Hiroshima, etc.) quedan
traumatizados por un largo tiempo, víctimas de una angustia permanente y acompañada
de pesadillas: tienen la sensación de que no son como los demás, porque han
"regresado de la mansión de los muertos" [27] .
La muerte es Io que otorga o arrebata el sentido de una
vida, y hablar de ella equivale a filosofar. Experimentarla, de un modo u
otro, es experimentar la propia filosofía, enfrentarse con el significado
de la existencia propia [28] .
Dicha filosofía es tan evidente para todos los hombres que
no podemos olvidarla al hablar de "terapia" o de astronomía, química
o epistemología.
La vía propuesta por Patanjali se explica, en gran parte,
por la concepción antropológica que preconiza o, si se quiere, por su concepción
de la experiencia psíquica que él divide en tres clases[29]
1. Los errores y las ilusiones (ensueño, delirio, ilusiones perceptivas, etc.).2. La totalidad de las experiencias psicológicas ‘normales' y ‘objetivas': todo lo que el hombre ‘normal', en estado de vigilia, piensa, percibe, siente, experimenta e imagina con conciencia de imaginar, etc.3. La experiencias "supraconscientes": contemplación, experiencias parapsicológicas, enstasis, etc.
En opinión de este autor, se trata de abandonar las dos
primeras categorías para alcanzar la tercera. Numerosos psicólogos o psiquiatras
con pretensiones "científicas" probablemente incluirían esta última
en la categoría de la "ilusión". Asi, pues, conviene abrir aqui
un paréntesis acerca de esos fenómenos "supraconscientes".
Para el adepto, se trataría de "fundirse" con
el sí mismo, Io que no puede dejar de evocar el "sí mismo" de Jung,
el proceso de individuación, es decir, de la unificación en una síntesis perfecta
de la totalidad del psiquismo consciente e inconsciente. A este respecto,
Jung habla de función "trascendente" [30] .
Citado por él, Schiller habla del "estado estético", a propósito
de esta unificación contemporánea de una "determinabilidad infinita"
del psiquismo. Jung mismo insiste sobre el valor del yoga para esta búsqueda
de la realización humana a través de la asimilación de los contrarios y, en
particular, por medio de la apertura a los símbolos inconscientes. Masson‑Oursel [31] ,
simboliza el estado de unificación mediante una rueda bien hecha cuyos radios
convergen excelentemente en el cubo de la misma...
El budismo menciona al "viviente liberado", al
ser "despierto"...; Teresa de Avila habla de la "vida de unión
" [32] .
"Venturosa el alma que la ha alcanzado – dice ‑, que vivirá
en esta vida con descanso, y en la otra también." N.K. Gupta declara:
"A nivel de lo supramental, vemos (...) que la unidad no solo acoge en
ella todas las diversidades sin destruirlas, sino que anula y rechaza la conciencia
separativa que constituye el comienzo de la ignorancia."
Por mínima que sea, la exploración de los estados allende
la conciencia exigiría multitud de libros e incontables indagaciones antes
de entrar en el dominio de la "ciencia".
Por otra parte, mientras los hombres crean que los viajes
interplanetarios son fábulas, ensueños e ilusiones derivados de un conjunto
de trastornos "patológicos", es inútil describir un planeta desconocido.
IV. La yogaterapia
como técnica de grupo
El grupo sirve de "pretil" para evitar las aberraciones
o la anarquía de una práctica individual. En efecto, en la medida en que el
individuo extremaría la necesidad de "escucharse a sí mismo", esta
última podría exagerarse y volverse tan unilateral que el paciente, en lugar
de afianzar progresivamente su equilibrio, se dedicaría a reforzar sus propias
tendencias somatico-psíquicas, se trate de respiración, postura o concentración.
En cualquier caso, estas observaciones indican que el yoga, por lo general,
no debe practicarse a solas. Es preferible que un monitor, médico o grupo
o, mejor, los tres juntos, ejerzan un control.
1. Disposition de los participantes
Se sabe que las técnicas de grupo verbal han adoptado la
disposición circular por entender que es la más favorable a la interacción
según una fórmula no jerarquizada. En una técnica en que se recomiende cerrar
los ojos y en la que los intercambios orales no existen, parece injustificado
el orden
circular por cuanto no se explotan las posibilidades de
los intercambios múltiples. De hecho y en principio, propicia la abolición
de la jerarquía en el grupo, y, solo por ello, ya merece la calificación de
útil. Por otro lado, lleva a cabo una unificación formal y simbólica del grupo,
hecho suficientemente evidente en el campo de la experiencia como para que
un miembro que se niegue a solidarizarse con los demás salga del circulo o
adopte una posición desfasada. Así, pues, esta técnica simboliza la posesión
en común de una porción de espacio. En los momentos de espera mutua, permite
que cada uno de los participantes cobre conciencia de la interdependencia
que existe entre ellos, o, mejor aún, de la función colectiva, que consiste
en subordinarse a la expansión de todos.
La disposición por filas recuerda el orden de una sala de
clase e indica que existe usa voluntad pedagógica en la relación entablada
entre el que sabe y el que ignora.
El yoga implica y acentúa una cierta separación del mundo
que nos rodea y del prójimo: para un individuo poco ligado con otros, el hecho
de practicar esta disciplina al mismo tiempo que los demás precisa el significado
de dicha separación y le confiere todo su valor. "Yo soy yo mismo, distinto
de los otros, con mi propio ritmo y mis propias formas de realización personal.
Me repliego sobre mí mismo al lado de otros que hacen Io mismo; acepto que
se replieguen y que no invadan mi propio lugar, así como ellos me aceptan
replegado y sin invadir su propio sitio."
El repliegue sobre uno mismo es tanto más valioso y necesario
cuanto que se aplica a personas aquejadas (por la razón que sea) de un exceso
de estimulación.
Es preciso reseñar, precisamente, que Goldstein y Sugerman [33] han
demostrado, mediante el análisis del electroencefalograma de 'esquizofrénicos'
en un computador, que éstos padecen un estado de hiperactivación o un exceso
de entrada de información.
Más recientemente, estos estudios se han visto confirmados
por el método de ideografía cerebral (intensidad de la circulación en las
zonas de percepción).
Con el introvertido sucede como con el caracol: refugiado
en su concha, no saldrá hasta que se le impulse a hacerlo con ayuda de una
aguja (no otra cosa es la "psicoterapia de sostén", muy a menudo
practicada con los ‘indiferentes', ‘pasivos', ‘atimórmicos', etc.). Por el
contrario, si un ambiente favorable le permite actuar a su gusto, se atreverá
a asomar un cuerno, luego el otro, y aceptará, por último, dialogar con el
medio (sin que ello quiera decir que no se oculte de nuevo, si el diálogo
se hace demasiado intenso, para más tarde salir otra vez y exteriorizarse
al máximo) hasta curarse, de suerte que se pregunte para qué le sirve la concha.
El grupo en círculo, en corro, permite que sus miembros
adviertan la excesiva proximidad, lo que de perfectamente insoportable y asocial
pueda existir en su relación.
Los psicoanalistas han mostrado que la imagen del cuerpo
se forma esencialmente entre los seis meses y los seis años y que el fenómeno
se produce como un movimiento dialéctico entre un polo de "fusión",
de plena realización, y un polo de desgarramiento, de inseguridad. La consecuencia
terapéutica que, por otra parte, el yoga postulaba antes de que existiesen
estos conceptos, sería emprender la reeducación por medio de una alternancia
de inseguridad dinámica y de reposo tranquilizador.
La ejecución de posturas idénticas (fusión), que pueden
(o no) adoptarse y conservarse durante un tiempo más o menos largo y realizarse
con mayor o menor perfección aparente (autonomía), permite que la imagen del
cuerpo propio se reconozca como única y autónoma en la similitud.
Igualmente es preciso señalar que esta dialéctica de la
fusión ‑ desgarramiento coincide a un cierto nivel con lo
que denominamos la "dialéctica de las posturas". Sólo a partir de
ellas se puede ayudar a alguien a revisar sus posiciones de "fusión".
Esto se observa, por ejemplo, en los grupos de psicodrama del tipo Bour (por
oposición a los psicodramas del tipo triádico), muy valioso en el tratamiento
de todos quienes son capaces de revivir su relación anterior con el útero
(es decir, de todos). También a partir de esta noción se explica la gran eficacia
de la audición de la "voz materna", filtrada a 8000 hertz, y del
"parto sónico" (Tomatis).
Gracias al grupo circular ‑ maternal, a
los comienzos de la cura, en que el monitor o monitora se comporta "con
todo miramiento", gracias a las posturas regresivas, inmediatamente compensadas
por las antagónicas, gracias al apoyo, al calor, a la unanimidad del grupo,
y debido, en fin, y acaso sobre todo, a los sistemas respiratorios regresivos
y controlados y a las relaciones fundamentadas únicamente en un plano no verbal,
la yogaterapia constituye una reeducación de tipo "anaclítico" (más
que una terapia analítica) de ese sustrato preverbal sobre el que se ha edificado
la personalidad del ’enfermo'.
2. La homogeneidad del diagnóstico
Este problema se plantea especialmente cuando se hipostasian
los "diagnósticos".
Según Newcomb, deben cumplirse dos condiciones básicas para
que un grupo humano, sea el que fuere, pueda estructurarse y funcionar normalmente [34] :
1. Una adhesión libre por parte de los participantes a un cierto número de reglas y leyes dictadas para la consecución de un objetivo común.2. La posibilidad de que existan identificaciónes recíprocas mínimas entre los participantes del grupo.
A mi entender, no hay que exagerar el segundo punto hasta
el extremo de formar grupos de esquizofrénicos, etílicos, maníaco - depresivos,
etc. Primero, porque la identificación entre los miembros no es evidente por
el mero hecho de que compartan una etiqueta común. El diagnóstico es una abstracción
que enjuicia la identificación recíproca posible en el aspecto "patológico".
Por la misma razón, el grupo podría estructurarse conforme a una modalidad
patógena y no terapéutica, sin que los participantes, en última instancia,
consigan comunicarse fuera del "terreno mórbido". Puede hallarse
más ayuda mutua en un grupo compuesto por ciegos y paralíticos. Pero, si no
hay más que ciegos, ¿cómo verá claro el grupo? Si no hay más que paralíticos,
¿cuál será su dinamismo? Es un asunto de sentido común, de matices y, en último
término, de experiencia.
Una homogeneidad excesiva en la sintomatología, en la estructura
y en la edad, supondría graves riesgos de que en la cura exista ‘resistencia
de grupo' e inmovilidad.
3. Yoga y palabra
Parece ser muy interesante alternar en el mismo grupo los
ejercicios de yoga y de expresión corporal o verbal. Schwenn [35] ,
ya ha demostrado que en los toxicómanos esta alternancia (relajación ‑ grupo verbal)
favorecía la expresión y contribuía a profundizar la vida afectiva del grupo.
V. Terapia
de grupo. Terapia del
grupo
Respecto a las dimensiones sociológicas de la problemática
de las neurosis, pueden plantearse dos problemas:
a) ¿Las condiciones sociales pueden provocar neurosis?
Hollingshead y Redlich han mostrado que la proporción de
psicosis es tanto más elevada cuanto más baja sea la clase social; y a la
inversa, cuanto más elevada la clase, mayor porcentaje de neurosis.
Al hablar de "la revolución de la esperanza",
Erich Fromm describe al hombre de nuestra civilización como abandonado a la
pesadilla de una sociedad totalmente mecanizada, cuyo fundamento moral es
la evolución técnica, la eficacia y la productividad. Esta organización crea
"el hombre consumidor", puramente pasivo, impotente, aislado y lleno
de angustia. Pese a sentirse condenado a vivir sin esperanza, no puede preservar
o construir su integridad y su identidad porque le es imposible escapar. La
sociedad burocratizada engendra esa desesperación, ese vacío interior, esa
confusión y una tensión permanente.
La depresión no es sino esa tristeza que aflora; la agresividad
"neurótica" expresa solamente la rabia ante las condiciones implacables
de vida.
b) ¿La mentalidad social puede ser considerada patológica?
K. Horney cree que sí, Fromm lo sugiere. W. Reich es
de la misma opinión. Freud mismo (en Una neurosis demoníaca) y Jung han mostrado
que, desde el prisma de la psicología de las neurosis, pueden entenderse fenómenos
colectivos. Del mismo modo, G. Mendel y H. Marcuse señalan que la curación
radical de las neurosis no puede concebirse sin una profunda modificación
sociocultural y política que permitiese desacralizar el principio de eficacia.
Cuanto más estudia las causas, tanto más la terapia tiende
a pasar del terreno individual (psicología) a la esfera sociológica y política
por un lado, y a la biológica y química por otro (en la perspectiva ya trazada
por A. Comte).
Conviene subrayar que la dimensión propiamente individual
y psicológica no debería empobrecerse a causa de estas investigaciones y ampliaciones,
por lo mismo que no hay que suprimir el concepto del átomo en nombre de la
física de las partículas o de la química de las moléculas [36] .
La yogaterapia tratará de actuar en el campo psicosomático
individual teniendo en cuenta los límites que el medio de vida impone al paciente.
Esta acción habrá de acarrear necesariamente consecuencias
biológicas felices (y bioquímicas, inmunológicas, etc.). A partir de un cierto
umbral (efecto "Maharishi"), que se aproxima al 1 % , podrá tener
un efecto sociológico.
Esta comprobación, a mi entender, no debe frenar el compromiso
sociopolítico del terapeuta ni del paciente. Eventualmente, este compromiso
podrá hallar su motivación y su punto de impacto en el análisis de las causas
sociopolíticas de la enfermedad o del síntoma y en la acción contra las estructuras
patógenas.
De hecho, si la iniciativa yóguica a menudo constituye una
medida puramente individual de defensa contra los aspectos menos defendibles
de nuestra cultura, ello no implica necesariamente, como sospechan algunos[37] ,
un "desentenderse" del contexto socio económico político como cabria
esperar de una actitud próxima al fenómeno religioso. El adepto diría entonces,
como la hermana de Gribouille: "Mi pobre madre siempre ha repuesto sus
fuerzas rezando; yo haré como ella y, como ella, obtendré la calma y la paz
de corazón" [38] .
Como todos pueden comprobar en la historia y en la actualidad,
la crítica de K. Marx sobre el tema dista mucho de ser vana. Pero la reiterada
formulación de la misma tiende a modificar el fenómeno, y, tras Marx, los
cristianos, los musulmanes y la mayor parte de las corrientes espiritualistas
se han esforzado en denotar un interés nuevo por un nuevo estado de la organización
sociopolítica [39] .
Michèle Lacheny opina que 1 / 3 de los profesores de yoga
se interesa por la política y se declara de "izquierda" o "más
bien izquierdista".
No más del 6 % declara pertenecer al centro o a la derecha. Entre los alumnos
de los cursos de yoga, 2 / 3 se interesan por la política: el 31 % se declara
de izquierdas y el 18 % de centro o derecha. Vemos que 2 / 3 de los profesores
de yoga y 1 / 3 de los alumnos parecen desinteresarse de los acontecimientos
políticos, si bien esta proporción no difiere mucho de lo que se aprecia en
el resto de la población.
[1] J. Filliozat,
La nature du yoga dans sa tradition, "École française d'Extrême Orient"
LII, 1963.
[2] Op. cit.
[3] Hay
excepciones: por ejemplo, Madame Couderc en La Française (82) y numerosas
comunidades rurales a menudo compuestas de emigrados que proceden de las
ciudades.
[4] Martin, Aventure en psychiatrie, Éd. Scarabée, C.E.M.E.A,
pág. 151.
[5] Que el paciente debe tener la posibilidad de rechazar, como
prevé la Carta de los Internados, salvo casos muy concretos que han sido definidos
con claridad: por ejemplo, el Delirium tremens, que porte directamente en
peligro la vida del individuo.
[6] Véase P. Sivadon y F. Gantheret, La rééducation corporelle
des fonctions mentales, E.S.F., 1965. Compartimos el criterio de no entenderla
como una especie de asentamiento voluntarista de la enfermedad que acosa al
enfermo. En tal caso, el paciente entabla una competición: para preservar
su existencia, preserva su enfermedad, y actüa de mariera que favorece el
fracaso del terapeuta. He conocido tres casos de este tipo en la Verrière.
" Lo desafío a que me cure", repite luego a todos sus médicos este
enfermo "vacunado '.
[7] R. Desoille, Théorie et pratique du R.E.D., pág. 83, éd.
Mont Blanc, Ginebra 1962.
[8] Schindler,
en Pratique de la psychothérapie de groupe, obra colectiva realizada bajo
la dirección de P.B. Schneider, P.U.F., 1965, pág. 60s.
[9] Allness Disease, enfermedad semántica descrita
por Korzybski. Consiste en creer que se sabe todo acerca de un objeto de
conocimiento...
[10] S.
Freud, El malestar en la cultura, Alianza, Madrid 1978.
[11] Véase a este respecto R. Gentis, Guérir la vie, Maspéro,
Paris 1972.
[12] Recurrir al instinto de muerte seria quedarse en la superficie,
a menos que se reconozca que se trata de una muerte para la vida.
[13] Sri
Aurobindo, Le guide du yoga, Albin Michel, 1970, pág. 106s; trad. cast., Gula
del yoga integral, Plaza Janés, Bárcelona 1977.
[14] Aunque no es frecuente, existe la
práctica simultánea del yoga y de una psicoterapia médica (encuesta Lacheny, 1968).
Yoga y |
Profesores |
Alumnos |
Relajacion medica |
11,0 % |
7,3 % |
Psicoterapia |
13,0 % |
6,3 % |
Psicoanalisis |
15,5 % |